martes, 19 de abril de 2022

Desconfianza masiva en Francia

                                          Foto: Reuters

Tradicionalmente, cada cinco años, las dos vueltas de la elección presidencial constituyen el momento clave de la vida política francesa. Este 2022 representa una ruptura desde este punto de vista. El desinterés por la elección reina a una semana de la primera vuelta. La población como los medios le prestan muy poca atención. Un anuncio simboliza esta indiferencia: TFI, el canal de televisión más importante del paisaje mediático, decidió boicotear la tradicional noche electoral completa de la primera vuelta y emitir en su lugar una comedia de culto estrenada en 1993, Los visitantes. 

Son varias las razones que explican esta falta de interés. La guerra en Ucrania, prioridad de los periodistas, relega a un segundo plano la actualidad política nacional. La falta de suspense en cuanto al resultado -la reelección del presidente de centro derecha Emmanuel Macron parece cierta, se enfrente a quien se enfrente en la segunda vuelta- tampoco ayuda a una movilización masiva de los ciudadanos. Pero las raíces de esta apatía política son profundas y no coyunturales. La democracia francesa sufre de la desconfianza masiva de la población hacia su clase política. Esta situación podría tener una consecuencia inédita: una abstención superior al resultado del candidato que quede primero en la primera vuelta. Eso debilitaría la capacidad para gobernar del próximo presidente de la República. 

Un paisaje político derechizado. Doce candidatos -ocho hombres y cuatro mujeres- compiten en las elecciones presidenciales. Los dos candidatos de centroderecha, derecha y extrema derecha desempeñan el papel principal en este certamen electoral. Los sondeos prevén la primera posición para Macron, candidato a la reelección.

Por primera vez desde la elección del presidente de la República francesa por sufragio universal directo, dos candidatos de extrema derecha pueden aspirar a la segunda vuelta. Los sondeos prevén la segunda posición para la ultraderechista Marine Le Pen, ya finalista en 2017, pero también estimaban en febrero que el polemista ultraderechista Éric Zemmour, condenado varias veces por incitación al odio racial, podría superarla. Sumando los resultados de Le Pen y Zemmour, la extrema derecha representa entre un 30% y un 35% de la intención de voto. 

Este empuje electoral de la ultraderecha desestabiliza a la derecha histórica. Aunque representante del ala más moderada de la formación conservadora de tradición gaullista Los Republicanos, Valérie Pécresse optó por avalar al ala más derechizada en el eje migratorio e identitario. Se le hizo difícil defender en el debate un espacio conservador moderado y europeísta. Pero fracasó su estrategia de frenar el avance de la ultraderecha adoptando su ideología.

Pécresse sufre incluso su condición de ser la primera mujer presentada por la derecha conservadora como candidata a la elección presidencial. Como ocurrió con la socialista Ségolene Royal en 2007, se enfrenta a ataques a sus competencias , su estilo, e incluso a la impostación de su voz. Su anunciado fracaso simboliza la cautela francesa a la hora de aceptar a una mujer como jefe de Estado y del Ejército.

La izquierda moderada, gran ausente de la elección. El debilitamiento de la derecha conservadora, que ya no encuentra su espacio político entre la ultraderecha  y la política liberal del presidente Macron, resulta también de la estrategia de recomposición del paisaje político adoptada por este último desde 2017. Para superar la división clásica entre izquierda y derecha, clave de su táctica de acceso al poder. Macron debía arrasar en los partidos tradicionales.

Empezó hace cinco años con el partido socialista, cuyo candidato Benoît Hamon solo obtuvo el 6% de los votos en las presidenciales. El partido socialista no supo desde entonces definir un nuevo proyecto apto para responder a las urgencias sociales y climáticas y convertirse en una fuerza renovada de acción política. Su representante para las elecciones de 2022, la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, no logra alcanzar un 3%  en las encuestas de opinión... Socialistas, comunistas y ecologistas fueron incapaces de llegar a una candidatura única para esta elección presidencial...Aceptando su propia irrelevancia, eligieron la política de tierra quemada, haciendo del candidato de la izquierda radical Jean-Luc Mélenchon, el blanco principal de sus ataques...

Una desafección democrática masiva. Esta inconsistencia de la oferta política contribuye a la desafección democrática masiva. Incluso la anunciada reelección de Emmanuel Macron no se basa en una verdadera dinámica política, desmotiva a los electorados tradicionales de sus oponentes, a los que genera una cierta indiferencia entre sus apoyos. Intentando encontrar un equilibrio entre el papel del presidente hasta el "último cuarto de hora" y el del candidato, Macron solo participará en un mitin electoral y se negó a debatir con los otros candidatos. Su imagen política se normalizó desde 2017...Ya no encarna la novedad o la juventud, a pesar de ser, como en 2017, el candidato más joven.

El movimiento de los chalecos amarillos tradujo en 2018 una ruptura de fondo entre la clase política y una parte de la población francesa, periurbana, alejada de los servicios públicos, que sufre una pérdida de su poder adquisitivo. También expresó una aspiración ciudadana de formas de democracia más horizontales y participativas. Dado que los ciudadanos no encuentran respuestas a esta aspiración, la sociedad francesa se está despolitizando. El fenómeno es masivo entre los jóvenes. La abstención ya se convirtió en el primer partido de Francia. La propia democracia corre el riesgo de ser la primera vencida en esta derrota colectiva.

Ágathe Cagé. Politóloga. El País, domingo 3 de abril de 2022

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