Peter Dinklage en una versión musical de 'Cyrano'. |
Cyrano es mejor que la versión más popular, interpretada por Gérard Depardieu hace tres decenios. El personaje -real, inmortalizado por Edmond Rostand, que lo idealizó- se ha asomado decenas de veces a las películas con los físicos de José Ferrer -ganó un Oscar con el papel-, Belmondo, Brandauer, Steve Martin o hasta Toshiro Mifune. El que compone Dinklage no lo vamos a olvidar, la ternura y honradez de su Cyrano resulta conmovedora, basada en la limpieza de "todas esas palabras que no tengo".
También la Roxane de este filme quedará presente en nuestro imaginario. La belleza de Haley Bennett -aquella fascinante enajenada que en Swallow se tragaba joyas para castigarse- nada tiene que ver con los cánones acostumbrados. Perturbadora, terrena y cálida, sus mejillas ardientes más que encendidas, expuestas a la luz barroca -a ratos rococó-, representan de maravilla el ansia glotona del amor. Joe Wright tiende al videoclip elegante -como ya le pasaba en Ana Karenina-, pero en los escenarios sicilianos de Noto y el Etna-, el estudio de luces de su operador (Seamus MacGarvey) es casi tan espectacular y apropiado como el de John Alcott y Kubrick en Barry Lyndon o el de Giussepe Rotunno en el Casanova feliniano. Bajo esa mirada, las sombras de la noche elevan a este Cyrano hasta un canon de ocho cabezas.
Eduardo Galán Blanco. La Voz de Galicia, viernes 11 de marzo de 2022
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