Cuando se estrenó en Londres en 1957, Final de partida, las heridas de la Segunda Guerra Mundial iban cicatrizando lentamente. Ahora, en un mundo golpeado por la guerra salvaje en Ucrania, el ambiente posapocalíptico dibujado por el escritor se tiñe de colores aún más negros e inquietantes. La traducción al catalán y la dirección de Sergi Belbel son admirables. La escenografía de Max Glaenzel y Josep Iglesias y la iluminación de Kiko Planas crean un espacio idóneo para recrear el claustrofóbico mundo de Hamm y su sirviente Clow -ciego y en silla de ruedas el primero, el otro cojo e hiperactivo-, que sobreviven como pueden en una pequeña habitación junto a Nagg y Neil, los ancianos progenitores con las piernas amputadas, que pasan sus días encerrados en dos contenedores de basura. En la habitación dos ventanas a ninguna parte los mantienen en contacto con el mundo exterior. Puro y descarnado Beckett, que nos sitúa frente al absurdo de la existencia, sin esperanza...
Javier Pérez Sanz. Babelia. El País, sábado 19 de marzo de 2022
Final de partida. Samuel Beckett, Teatro Romea, Barcelona. Hasta el 24 de abril.
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