Palacio de la Porte Dorée, que alberga el museo. |
"Francia no puede entenderse sin la inmigración. Un tercio de los franceses es de origen inmigrante. Es parte de nuestra historia e incluso de la construcción del proyecto y del espíritu francés", explica Constance Rivière, directora general del Palacio de la Porte Dorée, que alberga el museo. El imponente edificio art déco fue construido en 1931 con motivo de la Exposición Colonial Internacional y su fachada presenta una impresionante galería de bajorrelieves que buscaba exaltar la potencia colonial que era Francia en ese momento.
La muestra habla de ese pasado, aunque empieza más atrás, en 1685. En esa fecha, el rey Luis XIV promulgó el llamado Código Negro, un decreto que reglamenta la trata de esclavos de las Antillas francesas y los define como objetos no como personas. En la pared de la primera sala un dato sobresale: más de 1,4 millones de africanos fueron deportados por Francia a sus colonias entre 1642 y 1848. La exposición entra después en otros detalles, como la prohibición establecida en 1777 para las "personas de color" de entrar en el territorio salvo si trabajaban para una persona blanca. Y poco a poco, la manera en la que se fueron definiendo y redefiniendo los requisitos para ser ciudadano francés.
"Hay muchas personas que hoy son inmigrantes, pero que en una época eran consideradas como nacionales franceses. Pienso en particular en los argelinos", señala Rivière. Argelia, colonia francesa de 1830 a 1962, ocupa un lugar clave en la exposición. Sus ciudadanos no eran considerados ni franceses ni extranjeros, sino "indígenas", "sujetos franceses" y luego "franceses musulmanes de Argelia".
El recorrido mezcla historia y experiencias personales. Habla de los tirailleurs senegaleses reclutados por Francia para luchar en la II Guerra Mundial y de los extranjeros que participaron en la resistencia. Entre 1947 y 1975, después del conflicto, el número de extranjeros en Francia se duplicó hasta llegar a los 3,4 millones. Es la época en que la mano de obra barata participó en la reconstrucción del país. Los migrantes ocuparon los trabajos que los franceses no querían, como las empleadas de hogar españolas, retratadas en fotos y en un documental grabado en 1969.
En El largo viaje de Esperanza, una joven emigrante gallega describe su trabajo y sus condiciones de vida como empleada de una familia rica en París. Lo hace durante el viaje en tren de regreso a Francia, tras visitar España en vacaciones. "Vivimos en una familia pero no nos sentimos en familia. Cuando todo el mundo está reunido a la hora de la comida, estamos solas en la cocina. Ese ambiente familiar nos está prohibido", cuenta. "Aquí no contamos como ser humano", añade, mientras se van sucediendo las imágenes del amplio piso donde trabaja. Entre 196a y 1979, el país acogió también a 15.000 exiliados políticos de América Latina, principalmente brasileños, argentinos, uruguayos y chilenos. Luego llegaron cerca de 13.000 boat people, los refugiados que huyeron de Vietnam por mar después de la guerra. Pero las condiciones de acogida, resalta la exposición, no fueron siempre ideales, al igual que los lugares muchas veces insalubres en los que se alojaban los trabajadores migrantes. Estas situaciones motivaron importante movilizaciones sociales en defensa de los derechos de los trabajadores migrantes y después, en contra de las agresiones y crímenes racistas, en aumento.
En una pared se suceden los carteles de la época. "El racismo divide, el racismo mata, reza uno de ellos. Las nuevas luchas coinciden con un endurecimiento de las políticas migratorias en un contexto de crisis económica...
Sara González. París. El País, martes 5 de septiembre de 2023.
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