sábado, 9 de septiembre de 2023

La resistencia de los "bouquinistes"

Bouquinistes en el paseo del Sena. EFE/Mohammed Badra

Jean-Pierre Mathias, de 76 años, tarda un poco más de media hora en dejar el puesto listo. Ante de ordenar los libros, abre uno por uno de los candados de sus cuatro cajas verdes. "Tienen casi cien años", explica indignado. "Si se desmontan, será imposible volver a colocarlas", añade, no muy lejos de la catedral de Notre Dame. Como otros bouquinistes, el nombre por el que se conoce a estos vendedores de libros situados en la orilla del Sena, rechaza que se desmonten los característicos baúles de madera para los Juegos Olímpicos. La prefectura de París sostiene que es necesario para asegurar la seguridad de la ceremonia de apertura, que tendrá lugar el próximo verano en la capital francesa.

La inauguración de la gran cita deportiva se desarrollará a lo largo de seis kilómetros sobre el río, ente el puente de Austerlitz y el de Iena, situado justo detrás de la torre Eiffel. Un tramo del Sena que los bouquinistes conocen bien, Llevan más de 450 años en sus muelles, donde venden libros antiguos y de segunda mano, novelas que han caído en el olvido, así como grabados y estampas. Verdaderos tesoros a los que se accede callejeando, rebuscando entre los cientos de ejemplares que guarda en cajas cada librero.

En total son cerca de 1.000 cajas que pertenecen a unos 240 bouquinistes. Pero una parte de ellas, 570, deberán ser desmontadas y trasladadas a otro lugar para la ceremonia de dará inicio a los Juegos Olímpicos, según las autoridades. El anuncio cayó como un jarro de agua fría sobre los libreros, que ven imposible hacer esa mudanza en menos de una semana. Aunque las cajas no están fijadas al muro con tornillos sino con zancos colocados de un lado y otro, moverlas puede resultar difícil, entre otras razones, por el peso. Algunas pueden llegar a pesar 250 kilos, asegura Jérôme Callais, presidente de la asociación que agrupa a 200 vendedores. "Nuestra posición es muy clara, no tocarlas", sentencia. A él se las construyó su padre.

También hay miedo a quedarse sin trabajo en plena temporada de verano y por un tiempo indeterminado, cuando algunos de ellos apenas se recuperan de las protestas de los chalecos amarillos y de la pandemia.

"Yo estoy dispuesta a cerrar, pero ¿por cuánto tiempo?", se pregunta Nathalie, una bouquiniste de 59 años que prefiere no dar su apellido. "Hablamos del carisma de París, está bien, pero para mí representa mi sustento", explica. En sus cajas hay de todo: desde novelas policíacas hasta libros de cocina. También vende discos y papeles antiguos, como periódicos o facturas viejas. "En los muelles funciona mucho la nostalgia ", cuenta, mientras un joven rebusca entre títulos de Boris Vian, Simone de Beauvoir y Fran Kafka.

El Ayuntamiento gobernado por la socialista Anna Hidalgo, asegura que las cajas se reinstalarán lo más rápidamente posible tras la ceremonia. También propone renovarlas y trasladar momentáneamente  a los vendedores a una zona cercana. Pero las propuestas no convencen. "Somos bouquinistes y una de las características es que estamos al lado del Sena, es histórico, dice Mathias, que lleva 40 años ejerciendo. En el banco que destaca frente a su puesto conversa con algunos de sus clientes. Su trabajo, el del resto de sus compañeros, va más allá de vender libros.

Sara González. París. El País, miércoles 23 de agosto de 2023.

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