Un grupo de nadadores en el Sena, en París.
Todo está en marcha mientras avanza el saneamiento del río. El Consistorio ha desvelado ya los tres lugares donde se podrá nadar de manera segura. El primero está en pleno centro, enfrente de la isla de Saint Louis. Allí se bañaron a inicios de julio el teniente alcalde de los Juegos Olímpicos, Pierre Rabadan, y el responsable de Urbanismo, Emmanuel Grégoire. "Quisimos demostrar que la calidad del agua es suficientemente buena", dijo Rabadan. El segundo lugar habilitado para el baño estará en el oeste, no muy lejos de la Torre Eiffel. Y el tercero, en el sudeste de la ciudad.
Los espacios acuáticos, a los que se accederá por un pantalán, estarán delimitados por boyas. También habrá zonas para bañarse en el río Marne, el afluente del Sena que transcurre por este y sudeste de la capital. La cantidad invertida para sanear la arteria fluvial es colosal: unos 1.400 millones de euros en total (la mitad financiados por el Estado) desde 2016. La promesa viene de lejos. Ya en 1990. el expresidente Jacques Chirac, entonces alcalde de la ciudad, aseguraba: "En tres años iré a nadar en el Sena para demostrar que se ha vuelto un río limpio". Nunca lo hizo.
Como en muchas otras grandes ciudades, la industrialización y el crecimiento demográfico convirtieron al río en un foco de contaminación. El principal problema es la presencia de bacterias de origen fecal, el escherischia coli y los enterococos que, según una directiva europea, no pueden superar cierto límite si se autoriza al público a bañarse en las aguas. Las obras que se realizan actualmente buscan mejorar la eficiencia de las plantas de tratamiento que ya existen.
También se han multiplicado los esfuerzos para evitar que los barcos arrojen sus aguas residuales al Sena. Aproximadamente dos tercios de los 250 buques estacionados en los muelles han sido conectados a la red de saneamiento, explica a este diario Nicolas Londinsky, jefe del Servicio de Aguas y Saneamiento del Ayuntamiento de París. Otro eje del proyecto es arreglar las redes de desagüe de cerca de 23.000 hogares cuyas aguas residuales se vierten directamente en el Sena.
Las autoridades también están finalizando la construcción de un gran tanque de retención de aguas pluviales en el sudeste de París. Cuando llueve, el agua cae en las alacantarillas y se mezcla con las aguas negras. Para evitar que todo se desborde , un mecanismo permite que se viertan en el Sena. Pero con la nueva infraestructura , el objetivo es poder retener más de 45 millones de litros de agua (20 piscinas olímpicas) hasta que deje de llover, para después verterlos de nuevo en la red de saneamiento.
Los expertos afirman que la calidad del agua ya había mejorado mucho en las últimas décadas. Hace 40 años solo quedaban dos especies de eces en el Sena. Hoy son más de 30 asegura el Ayuntamiento. A pesar de los progresos, aún es necesario convencer a la población. Un sondeo de 2021 mostraba que dos tercios de los franceses tenían una percepción negativa del río, asociado con un lugar sucio y contaminado. Y solo al 12% le atraía bañarse en él.
Nadar en el Sena está prohibido desde 1923. Pero los parisinos siguieron sumergiéndose en el río hasta finales de los años cincuenta. Las fotos de la época muestran a los capitalinos lanzándose desde puentes, niños agarrados de la manocorriendo hacia el agua y personas solitarias flotando tranquilamente en traje de baño. El río ya era el protagonista en 1900, cuando París acogió por primera ves los Juegos Olímpicos. Los de ahora, afirma Londinsky, han sido un acelerador del proyecto de limpieza...
Sara Gonzalez. París. El País, domingo 6 de agosto de 2023.
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