Fotograma de Una cuestión de honor |
Los espíritus de Algunos hombres buenos y del caso Dreyfus (representado por Roman Polanski en la reciente El oficial y el espía) pululan por aquí, aunque con una diferencia sustancial: a Rachid Hami, director de Una cuestión de honor, no le acaba interesando quién ordenó el código rojo como la relación de sangre entre el fallecido y el hermano encargado de defender su nobleza frente al poder a la hora de su entierro. Y en este sentido, la película, interesante y ambiciosa, aunque algo dispersa, quizá se equivoque con algunas de sus digresiones.
No eran novatadas. Era una transmisión de tradiciones que no salió como se esperaba. Lo da a entender un alto mando francés después de la muerte del soldado durante una noche de crueldad dirigida por los alumnos de segundo año. El eufemismo de los ritos de iniciación. Y así llega la frase clave: "¿La culpa es de uno o varios individuos, o del sistema? Porque si la culpa es del sistema, entonces no hay nadie a quién culpar". Argumentalmente, Una cuestión de honor es muchas cosas a la vez. Una película judicial, una fábula entre hermanos a lo Caín y Abel o un retrato del violento patriarcado en Argelia. Todas están bien tratadas de modo individual, pero a su atadura le falta brillantez.
Javier Ocaña. El País, viernes 4 de agosto de 2023
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