lunes, 25 de septiembre de 2023

Una cuestión de honor

Fotograma de Una cuestión de honor
"¿Ordenó usted el código rojo?" es una de esas frases que, sin que por sí mismas digan demasiado, han acabado formando parte de la historia del cine estadounidense. La pregunta se la hacía Tom Cruise a Jack Nicholson durante un juicio militar en la magnífica Algunos hombres buenos (1992). Y la cuestión, o alguna muy parecida, vuelve a relucir en la francesa Una cuestión de honor: ¿es el sistema el culpable de la muerte de un joven soldado, o hay unos responsables con nombres y apellidos? El cadete William Santiago era un hispano en una academia estadounidense dominada por blancos anglosajones. El joven oficial Aïssa Saïdi es  de origen argelino. Incluso  ahí coinciden ambas: el factor cultural, religioso, de  procedencia y de raza. Lo que nos lleva, finalmente, a otro suceso mítico en un  destacamento militar, y esta vez real: al caso Dreyfus.

Los espíritus de Algunos hombres buenos y del caso Dreyfus (representado por Roman Polanski en la reciente El oficial y el espía) pululan por aquí, aunque con una diferencia sustancial: a Rachid Hami, director de Una cuestión de honor, no le acaba interesando quién ordenó el código rojo como la relación de sangre entre el fallecido y el hermano encargado de defender su nobleza frente al poder a la hora de su entierro. Y en este sentido, la película, interesante y ambiciosa, aunque algo dispersa, quizá se equivoque con algunas de sus digresiones. 

No eran novatadas. Era una transmisión de tradiciones que no salió como se esperaba. Lo da a entender un alto mando francés después de la muerte del soldado durante una noche de crueldad dirigida por los alumnos de segundo año. El eufemismo de los ritos de iniciación. Y así llega la frase clave: "¿La culpa es de uno o varios individuos, o del sistema? Porque si la culpa es del sistema, entonces no hay nadie a quién culpar". Argumentalmente, Una cuestión de honor es muchas cosas a la vez. Una película judicial, una fábula entre hermanos a lo Caín y Abel o un retrato del violento patriarcado en Argelia. Todas están bien tratadas de modo individual, pero a su atadura le falta brillantez.

Javier Ocaña. El País, viernes 4 de agosto de 2023

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