jueves, 21 de septiembre de 2023

El Goncourt choca con la corrección política

Es un choque cultural -una fractura transatlántica- y quizá generacional. Como si el fantasma de lo políticamente correcto, que en Francia se identifica a menudo con lo anglosajón, amenazase uno de los santuarios del espíritu francés y su literatura: el Goncourt.

Cuando a principios de mes los miembros del jurado del más prestigioso de los premios de las letras francesas seleccionaron la novela Que notre joie demeure (Que nuestra alegría permanezca) del quebequés Kevin Lambert, para la primera lista de candidatos, seguramente ignoraban lo que se avecinaba. Lambert es un autor que reivindica el uso del sensitivity readers o lectores de sensibilidades o sensibles, una práctica que prolifera en Estados Unidos y Canadá, pero que en Francia suscita recelos y sospechas de censura y de americanización de la cultura autóctona.

Los sensitivy readers -también llamados desminadores editoriales, como si una novela fuera un campo de minas- releen, antes de du publicación, un manuscrito en busca de posibles ofensas a minorías, raciales o sexuales. Proponen cambios. Desactivan polémicas potenciales, ofensas que puedan arruinar la reputación de un autor y de una editorial. Para sus defensores, hacen lo que han hecho los editores de toda la vida: perfeccionar el texto. Para sus detractores atentan contra la libertad creativa. Y su llegada al Goncourt es, para algunos, una prueba más del peligro de las modas ideológicas norteamericanas.

Todo empieza con un mensaje en la red social Instagram de la Nouvel Attila, la editorial francesa de Lambert, el pasado 4 de septiembre: "Kevin Lambert ha trabajado con una sensitive reader para, de nuevo pegarse lo máximo a la realidad, ser lo más acertado posible".

El mensaje incluía una cita de Lambert en la que había este explicaba que la poeta de origen quebequés y haitiano Chloé Savoie-Bernard había contribuido a editar el libro. A Lambert le había interesado sobre todo su punto de vista respecto al personaje de Pierre Moïse, unarquitecto de origen haitiano. Lo justificaba así: "Chloé se ha asegurado de que yo no diga demasiadas tonterías, que no caiga en algunas trampas de la representación de las personas negras por autores/as blacos/as" Y concluía; "La lectura sensible, al contrario de lo que dicen los reaccionarios, no es una censura. Amplifica la libertad de escritura y la riqueza del texto. Para mí no hay ninguna duda y tengo la intención de trabajar de esta manera en todas mis próximas novelas".

Al día siguiente de publicar este mensaje, los 10 miembros de la Academia Goncourt seleccionaban su novela entre las 16 nominadas en la primera ronda del premio. Y un día después, el 6 de septiembre, Nicolas Mathieu, Goncourt en 2018 por Sus hijos después de ellos, respondía con otro mensaje en Instagram: "Convertir en la brújula de nuestro trabajo a profesionales de las sensibilidades, a expertos en estereotipos, a especialistas en los que se acepta o se osa en un momento dado: he aquí algo que, como mínimo, nos deja circunspectos. Que uno se jacte de ello: he aquí algo que, a lo mejor, es divertido, pero en verdad es lamentable. Que se descredite con una palabra a quienes piensan que la literatura no tiene nada que ver con las aduanas de un nuevo género, y dar a entender  que hacer el juego de las opresiones actuales, simplemente es una putada". Mathieu, que es de izquierdas y autor de novelas con profunda carga social, acababa llamando a los "escritores a "trabajar" y "arriesgarse, sin tutela ni policía".

Y así quedaba servido el duelo literario de la rentrée...

Marc Bassets. El País, domingo 17 de septiembre de 2023-

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