miércoles, 13 de agosto de 2025

De la mujer al mito: vidas de Agustina de Aragón

La audaz acción bélica protagonizada por Agustina Zaragoza Domènech el 2 de julio de 1808 no fue la única llevada a cabo por mujeres de extraordinario valor ante el asedio francés de la ciudad aragonesa, pero sí la mejor tratada por la posteridad, sobre todo por la intervención del general Palafox en la creación de una imagen heroica reforzada por los testimonios de testigos y por militares, diplomáticos, viajeros y escritores extranjeros (entre ellos Lord Byron) que la convirtieron en un modelo de valentía y resistencia. Así lo subraya Rafael Zurita en su biografía de Agustina de Aragón (Ático de los libros),  la Artillera, una de las figuras más recordadas de la Guerra de la Independencia (acontecimiento que suministró numerosos episodios, personajes y relatos  a la historia épica española) y cuya dimensión mítica ha ido creciendo a partir de la evidencia de que la retórica de la guerra, centrada en el discurso patriota, dio un lugar fundamental a la presencia femenina desde 1808". Si Agustina  no hubiera existido, afirma, "la habrían inventado".

Con apoyo en numerosas fuentes, incluidos documentos inéditos  y la biografía novelada  que Carlota Cobo Zaragoza dedicó a su madre en 1859 , Zurita propone una "doble" biografía porque existen dos "Agustinas": la mujer real (1786-1857) y el personaje mítico (desde 1808 hasta la actualidad). Así, la obra "muestra la relación entre historia, memoria y ficción y, al mismo tiempo, la tensión entre individuo y sociedad".

Agustina de Aragón nació en Barcelona, ciudad que disfrutaba  de un notable auge económico y urbano. A los 17 años se casa con Joan Roca  Vilaseca, cabo segundo de artillería. Vibraciones de un tiempo turbulento: 1804, autocoronación de Napoleón Bonaparte como emperador; 1805, victorias inglesa en Trafalgar y francesa en Austerlitz; 1806, Napoleón entra en Berlín  y decreta el bloqueo continental contra el Reino Unido; 1807, Tratado de Fontainebleau entre España y Francia y llegada del Ejército francés a Lisboa; 1808, ocupación francesa de España, levantamiento del 2 de mayo en Madrid (y luego en otras ciudades), abdicaciones de Carlos IV y Fernando VII en favor de Napoleón que nombra a su hermano José rey de España. A principios de junio, Agustina deja Barcelona con destino a Zaragoza, que sufre dos sitios, el primero entre el 15 de julio y el 13 de agosto y el segundo, finalizado  con capitulación ante el mariscal Lannes, entre el 20 de diciembre y el 20 de febrero de 1809.

Llevaba por lo tanto pocos días en la ciudad cuando el 2 de julio un ataque francés arrasa la batería del Portillo. Las columnas napoleónicas avanzaban con la bayoneta calada. Era una situación desesperada  para los defensores  cuando Agustina  se abalanzó  por encima  de los heridos  y los cadáveres, arrebató la mecha de la mano de un artillero muerto y disparó un cañón de 24 contra el enemigo entre juramentos de resistencia, según el relato de Charles Vaughan. La acción estimuló a sus conciudadanos, que reanudaron el fuego, llegaron refuerzos y los franceses tuvieron que retirarse.

Agustina continuó como artillera tras el primer sitio y ofreció nuevas muestras de valor en el segundo. Tras la rendición sale en una columna  de prisioneros hacia Pamplona y logra escapar. En la huida fallece su primer hijo. A continuación empieza un periplo por varios lugares en los años que quedan de la guerra; Teruel, Cádiz, Sevilla, Gibraltar, Alicante, Valencia... En 1810 participa en la defensa de Tortosa, de donde sale de nuevo prisionera y otra vez se escapa. Es vista en Castelo Branco (Portugal), vuelve a combatir en Alba de Tormes Vitoria y el 25 de agosto de 1814 es recibida por Fernando VII en el Palacio Real de Madrid.

En las décadas siguientes lleva una vida casi anónima ente Valencia, Almería, Sevilla y Ceuta... Murió en Ceuta. Según su hija, pasó muchos años "entregada  solo a la religión y a practicar la caridad". Este anonimato cotidiano es compatible con el hecho de que Agustina  apareciera  en relatos, crónicas, poemas e imágenes tras la derrota de Napoleón, dentro y fuera de España, asociada a la percusión romántica y la cristalización de una narrativa "que convirtió los sitios de Zaragoza en uno de los mitos fundacionales de la nación"...

Alfredo Asensi. El Cultural, 17-7-2025.

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