La premisa, en apariencia sencilla se enmaraña pronto: un profesor querido, entregado que trata de motivar a sus alumnos con métodos poco ortodoxos es acusado por una alumna tímida, introvertida y aún en proceso de formación personal. Desde el primer trecho del relato, el espectador sabe algo crucial: el acusado es homosexual y vive con su pareja, pero se niega a utilizar esta información como estrategia de defensa. "No diré que soy Gay solo para salvarme", afirma, apelando a una autoestima que, en este entorno, puede ser un lujo o una trampa.
Y ahí aparece uno de los grandes temas de la película: la dignidad, no como un gesto altivo sino como conflicto moral. ¿Hasta qué punto debe uno traicionar su intimidad para defenderse en un entorno que ya ha emitido su juicio? Porque la indefensión del docente es tan palpable como la torpeza con la que se gestiona el escándalo. La dirección del instituto y el claustro de profesores, que al principio le apoyan enseguida se repliegan...
Pero si La acusación se instala en la memoria es por su mirada incómoda y valiente con más reflejos legales que humanos... Más allá de culpables o reputaciones hundidas, lo que se juega es algo mucho más profundo: que tipo de sociedad estamos construyendo. Y sobre todo qué tipo de ciudadanos estamos formando para habitarla.
Javier Ocaña. El País, viernes 11 de julio de 2025.
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