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'España 1812, ocupación francesa', obra de Eduardo María Zamacois y Zabala. (Heritage Images/ Getty Images) |
Finales de 1808, el joven oficial de Estado Mayor francés Jean-Baptiste-Antoine-Marcellin de Marbot, a la sazón edecán del marical Lannes y luego barón y general, parte de Tudela con unos despachos y cerca de Tarazona, escoltado por dos húsares, descubre los cadáveres de dos soldados franceses asesinados y desnudos (los identifica por los chacós a su lado). A poca distancia, "apercibimos algo horrible: ¡un joven oficial del 10º de Cazadores a Caballo, vestido aún con el uniforme, clavado por manos y pies en la puerta de una granja". Marbot continúa en sus memorias (Castalia, 2008), describiendo una escena digna de las guerras apaches: "El desgraciado estaba cabeza abajo y debajo se había encendido una fogata". Seguidamente se enfrentan a los españoles que han matado a sus compatriotas y capturan a dos, un monje y un campesino, y los ejecutan sobre el terreno.
El episodio concentra significativamente muchas de las características (y tópicos) de la lucha entre franceses y guerrilleros españoles durante la Guerra de la Independencia: un correo imperial (fueron algunas de las víctimas más habituales de la guerrilla, patearse España a lo pony express era muy peligroso), religiosos entre los partisanos, violencia extrema, enfrentamiento sin cuartel, crueldad atroz. Ofrece, claro, la visión francesa, caracterizada por la idea de la barbarie -bagbagie- de los irregulares españoles, presentados como despiadados brigands, bandidos."Los franceses creían a pies juntillas que la población española entera, un pueblo hostil, cruel y extraño, los odiaba, vivían con el temor de no saber quién era el enemigo, la incertidumbre de que el ataque podía venir de cualquier lado en cualquier momento", explica el historiador Antonio J. Carrasco, autor de Guerrilla. Una historia nueva de la Guerra de la Independencia (Desperta Ferro, 2025), un estudio completísimo e iluminador del fenómeno de los guerrilleros en la contienda contra Napoleón en España. El libro viene a sumarse a una bibliografía relativamente escasa en la que Carrasco destaca España contra Napoleón, de Charles J. Esdaile (Edhasa, 2006), un autor con cuya interpretación más bien negativa de la guerrilla no coincide.
Carrasco (Madrid, 57 años), doctor en Historia Contemporánea por la Complutense de Madrid y curiosamente descendiente de un soldado de Napoleón que desertó y se quedó en España, advierte que Marmot "no es especialmente fiable y que escribía para la galería"(no en balde, recuerda, se basó en él Arthur Conan Doyle para crear su ficticio brigadier Gerard, el bravucón aventurero beau sabreur napoleónico). Este tipo de memorias de veteranos se escribían para obtener muchas ventas y por ello contienen muchas exageraciones, sexo y atrocidades. ¿Significa ello que no pasaran cosas semejantes en la Guerra de la Independencia? No, pero no era lo normal, la violencia era práctica y rápida, pocas veces elaborada y gratuita. Lo habitual no era encontrarse con torturas horribles y escenarios macabros... La evidencia apunta a que los crímenes de unos y otros, en el contexto de la insurgencia española, fueron en realidad bastante prosaicos, inmediatos y pedestres y sin imaginación. Se hacía de la forma más económica y eficiente posible...
¿Entonces lo de Goya, que ha configurado tanto el imaginario de la Guerra de la Independencia en su faceta más cruel? "Goya ilustra la violencia de la guerra pero muy poca de su producción está específicamente dedicada a la guerrilla. En los Desastres de la Guerra hay imágenes terribles de cuerpos torturados que han transmitido la idea de que la guerra de España fue excepcional por su crueldad. La realidad, insisto, era más banal, aunque ello no quiere decir que fuera más amable". (...)
¿Se hubiera ganado la Guerra de la Independencia sin la guerrilla? Es uno de los pilares en que se asentó la victoria aliada en España. Sin ella, que estorbó tanto las comunicaciones y el control francés, quizá Napoleón hubiera podido consolidar su dominio y el trono de su hermano. Solo podemos especular con qué hubiera supuesto eso para Europa".
Jacinto Antón, Barcelona. El País, viernes 11 de julio de 2025.
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