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Diseños de Balenciaga en la semana de la moda en Paris. |
Diez años en la moda dan para mucho: para definir un estilo, reconstruir un legado, alumbrar una estética tan influyente que puede verse en las calles de casi cualquier ciudad; para inventar una forma nueva de comunicar, para generar una impronta cultural más allá de la propia moda...Todo eso ha hecho Demna en sus diez años en Balenciaga, cambiarlo absolutamente todo pero respetando y hasta honrando, los códigos de una de las casas más veneradas del siglo XX. Hay, por supuesto, quienes ven en él lo contrario, un creador que llegó para corromper los sacrosantos códigos de la casa del maestro español Cristóbal a golpe de vender zapatillas y camisetas.
"La moda vive en ese límite entre lo que ya conocemos y el ansia de saber lo que viene después. Expresa nuestra necesidad de evolucionar, de dar sentido al cambio antes de que llegue, de vestir el futuro antes de poner el nombre ". Estas notas manuscritas, esperaban en sus asientos a los invitados que presenciaron el último desfile de Demna en Balenciaga . El diseñador se incorpora a otra marca del grupo Kering, Gucci, la próxima semana y es, de alguna forma, la gran esperanza del holding para reflotar las ventas de la firma. El presidente de Kering, François-Henry Pinault, aplaudía en pie al georgiano al final del desfile y, minutos antes de empezar, abrazaba al nuevo líder de Balenciaga, Pierpaolo Piccioli (el giro hacia el clasicismo que tantos pedían para la marca), que llegaba a los salones de la avenida George V entre aplausos, saludando a casi cada asistente y afirmando que estaba "nervioso y un poco preocupado" por el reto. Es la primera vez en la historia reciente que una gran enseña de lujo celebra tanto la salida de un diseñador (había una exposición abierta al público en las oficinas de Kering hasta ayer que repasaba el trabajo de Demna en esta década) como la entrada del sucesor de un modo tan público, abierto y cordial. Por algo será.
Demna se despidió con una colección de alta costura, un nicho (el único que practicó Cristóbal) que el diseñador resucitó hace cuatro años para honrar al fundador de la casa y poder regodearse en dos de sus obsesiones: la construcción de las prendas y la experimentación en los materiales, El georgiano definía la colección como la "búsqueda de la perfección imposible", que fue el ethos de Cristóbal. No ha habido juegos virales, ni ningún tipo de artificio. En su lugar, sonaba como banda sonora el nombre de los empleados pronunciado por ellos mismos, una pieza tan sobria como el conjunto, que marcaba el tono elegíaco de la despedida. La última colección del Georgiano es un homenaje a Cristóbal desde su mirada única, esa que siempre analiza los arquetipos estéticos de forma inconsciente o consciente (la burguesía, los trajes de gala, la ropa utilitaria, es Hollywood dorado que le fascina...Uniformes de estrella de cine, princesa en alfombra roja, joven urbano, guardaespalda, mujer con título aristocrático, construidos en esa silueta de caderas arquitectónica, cuellos rígidos o volúmenes sobredimensionados que es, en definitiva, la silueta de Balenciaga adaptada al siglo XXI, abstracción y arquitectura en su sentido más puro...,
Patricia Rodríguez, Leticia García. París, El País, jueves 10 de julio de 2025
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