jueves, 28 de agosto de 2025

"Con la vida por detrás"

Convertido en libro, estamos ante el último curso que Antoine Compagnon (Bruselas, 1950) dio en el Collège de France en 2020. Acaso porque sintió que era "el último", decidió hacer del final de escritores (y algunos pintores) el tema del curso y de este libro, fundamentalmente francés en sus referencias. Hay escritores que a su punto final llegan cansados, hay quienes dejen de escribir antes del fin, y los hay que en el final -títulos de varios capítulos- dan "el canto del cisne", o hasta dicen : "Todo lo que he producido antes de los setenta años no vale la pena tenerlo en cuenta". Pero también es verdad que Virgilio pidió, en trance de muerte: "¡Quemad la Eneida!".

Hay quienes quieren dejar de escribir pero no pueden (la escritura es un fatum), y hay quien escribe por ese mismo impulso, alcanzando el período a veces muy feliz de "un poco de todo, como les digo". Maurice Barrès se volcó en la "última verba" de autores y pintores. Elogió el estilo tardío. En El Greco o el secreto de Toledo (1911) declara que el viejo cretense hispánico, anciano ya, pinta para la iglesia de San Vicente, una "Ascensión de la Virgen" una obra en todo mayor "que encierra su impaciente corazón, henchido de riquezas. En pocos meses morirá".

Para muchos -siguiendo a Barrès o al siempre juvenil André Gide-, uno de los mejores libros del muy prolífico y gran Chateaubriand es su obra final  Vida de Rancé,  en la que el inicial romántico conservador se deleita -dando vueltas y digresiones en un estilo sobrio y magnífico- hablando de la vida y contradicciones del mundano monje Rancé (1626-1700), abad de la Trapa  y gran reformador cisterciense. ¿Tres inmensas obras postreras? Los autorretratos de Tiziano o de Leonardo o la Pietà Rondanini de Miguel Ángel, donde lo no acabado se convierte en futuro. Pero ¿qué son sino  monumentos finales -y nuevos- el Segundo Fausto de Goethe, La tempestad de Sakespeare o el Cuarteto nº 15 de Beethoven? Un francés agrega los versos finales de Victor Hugo. Podríamos añadir al último Miguel de Cervantes.

Colette, ya vieja,  en su apartamento del Palais Royal, que apenas puede abandonar, no deja de escribir. Es su oxígeno, aunque en este caso El fanal azul no sea lo mejor. Proust murió joven  (a los cincuenta y un años) pero todos lo tenían por un viejo...Sartre, al final de Les mots (Las palabras), confiesa que, como fuere, seguirá escribiendo  hasta el final- y fue terrible el final que Simone de Beauvoir  contó en La ceremonia del adiós...

Digamos que es muy cierto que hay mucho más en un final que en el inicio. Lo sublime  senil es una fuente  o resultado del genio, aunque como escribió el poeta griego Teognis de Megara, más que la muerte del viejo debería lamentarse  la muerte de la juventud, cuando deja vivo a quien no es joven ya.

Luis Antonio de Villena. El Cultural  4-7-2025.

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