La caída de la vieja Europa solo aparecerá per se en las dos últimas novelas. De hecho la penúltima es la que recoge la parte de Gran Guerra, que no queda integrada en el desarrollo de la familia Thibault. La familia está dirigida por el padre, un hombre autoritario, un perfecto representante del Ancien Régime bajo cuya educación se encuentran sus dos hijos que serán quienes lleven los hilos de la historia. Antoine, el mayor de los dos, es un hombre de orden, médico, que se encuentra afectivamente entre su padre y hermano. Jacques es un soñador, de espíritu aventurero, que al principio de la novela se fuga de casa junto su amigo inseparable, Daniel Fontenin. La chapucera huida termina siendo ambos conducidos a sus familias, pero en el caso de Jacques, su despótico e intolerante padre le manda al reformatorio, donde purga su pecado hasta que la intervención del hermano mayor consigue sacarlo de allí bajo su tutela. La novela-río sigue de cerca los acontecimientos que se van sucediendo en el ámbito familiar de los Thibault y los Fontenin y se convierte en un retrato de la vida de unos y otros, observados meticulosamente por el autor. Los personajes están tratados con atención psicológica y al detalle, aunque el uso del realismo que hace el autor coloca en un mismo plano lo esencial y lo accesorio, lo que puede advertirse especialmente en sus envarados diálogos.
Ante esta novela no se puede rehuir la comparación con la novela de Flaubert La educación sentimental. La de Flaubert es nada menos que la cumbre y el nacimiento de la novela moderna, porque en ella consigue lo que antes nunca se había logrado: machihembrar la historia (la de Francia en este caso) con la vida del personaje protagonista y su entorno personal. Estilísticamente hablando, la exigencia de la "palabra justa", la mot juste de su autor, es el impulso que permite el salto adelante. Pues bien, la diferencia entre Flaubert y Martin du Gard reside en que el primero es lo que podemos denominar un autor seminal y el segundo un autor terminal. Por poner una comparación, en el siglo XX el seminal sería William Faulkner y el terminal Samuel Beckett. El primero admite continuidad, el segundo, no.
La de Martin du Gard es una crónica relatada desde el punto de vista de la evolución de una familia y su realismo sobrio y seco anuncia el final del realismo que viene de Zola, pero la influencia de la guerra, el gran acontecimiento histórico en la familia Thibault, pertenece solo al segundo volumen. Flaubert representa el triunfo de la sugerencia como motor de la imaginación literaria pues entre crónica y narratividad hay una diferencia esencial...
José María Guelbenzu. Babelia. El País, sábado 7 de junio de 2025.
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