viernes, 3 de octubre de 2025

Geometría del vínculo eterno

En 1969, el festival de Wood-stock confirmó el movimiento contracultural que se venía gestando un par de años antes. Un cuestionamiento de los valores dominantes que trajo consigo  una nueva forma de relacionarse, de amar, de divertirse y, por supuesto, de consumir . Fue en ese mismo año, quizá influenciado por ese cambio de paradigma  que se respiraba en el ambiente, cuando el diseñador italiano  Aldo Cipullo ideó  una pieza de joyería de lujo  que acabó de un plumazo con todos los prejuicios  asociados al sector entonces: era unisex, minimalista y, a pesar de ser lujosa (en precio y materiales ), estaba pensada  para llevarse todos los días. De hecho, era casi imposible quitársela. Tiffany & Co., la casa con la que por entonces colaboraba el diseñador, rechazó la idea. Sin embargo, Cartier la acogió con los brazos abiertos. La firma la llamó Love porque simbolizaba  esa nueva forma de amar que puso de manifiesto la contra cultura . Una pulsera rígida  decorada con tornillos (si algo le gustaba a Cipullo, residente  en Nueva York, eran las enormes ferreterías norteamericanas) que se cerraba precisamente atornillando uno de ellos, es decir, que otra persona  tenía que ponerte la pulsera.

Como muchas grandes ideas en el diseño y la cultura, la inspiración le llegó a Cipullo tras una ruptura: "Quería llevar algo  que siempre me acompañara  y me recordara los momentos vividos", dijo entonces. En los sesenta, Cartier América operaba de manera independiente  a la sede central de París y decidió promocionar su nuevo modelo enviando sendas pulseras a las parejas norteamericanas más famosas del momento: Elizabet Taylor y Richard Burton, Ali MacGraw y Robert Evans, Frank Sinatra y su hija Nancy. El éxito no fue solo instantáneo, Cartier supo hacerlo perdurar en el tiempo relanzando distintos modelos a lo largo de estos casi 70 años. Ahora la casa francesa lanza la versión Unlimited, que rompe con la rigidez del diseño a través de una estructura ergonómica  flexible que se adapta a la muñeca y que, siguiendo con la querencia  por el simbolismo de la casa joyera, busca representar la ternura  y el abrazo  dentro del imaginario amoroso.

La manufactura y el estudio de diseño de la casa tuvieron que realizar más de un centenar de prototipos hasta dar con el modelo perfecto: una cinta de oro formada por 200 componentes  específicamente miniaturizados que hacen desaparecer  los recortes  y los enmallados. Los tornillos están pulidos a mano para multiplicar el efecto luminoso y están espaciados de forma distinta  en cada modelo de pulsera. El nuevo Love, además, ya no necesita de otra persona  para abrirse y cerrarse (un guiño, quizá, del amor a uno mismo). La marca ha creado un sistema patentado de presión  en uno de los tornillos para que el efecto parezca el mismo. Justo con la estructura maleable, el nuevo cierre permite, además, que las pulseras se unan entre sí  y se combinen creando collares o distintos diseños personalizados. La nueva colección también incluye un anillo  que reproduce, a pequeña escala, todos los rasgos distintivos  de la pulsera.

Leticia García. Smoda. El País, septiembre 2025.

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