miércoles, 29 de octubre de 2025

Un diálogo con Simone Weil

El nuevo libro de Byung-Chul Han (Seúl, 1959) constituye una recapitulación  y una novedad al mismo tiempo. En los capítulos de Sobre Dios. Pensar con Simone Weil (me pregunto por qué, si el titulo original es Sprechen uber Gott. Ein Dialog mit Simone Weil, no se ha traducido  más bien como Hablar sobre Dios. Un diálogo con Simone Weil ) se tratan casi todos los temas  de su conocida filosofía de combate, de antítesis sin síntesis. Por otro lado el componente de novedad de Sobre Dios reside en la teología. Ahora si sabemos mejor  desde donde habla el conocido moralista, Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades de este año (lo recogió el viernes pasado).

Tiempo ha en uno de sus títulos había loado el rol de los rituales y lamentado su desaparición en la sociedad contemporánea. En el libro actual, también refiere la belleza no pragmática  de las ceremonias  y añade el adjetivo "religiosas". Y se apunta  concretamente a las "católicas".

Lo cierto es que Han siempre ha parecido un escritor religioso, a vueltas con lo sagrado. Pero la sola palabra "Dios" ha concentrado (hasta donde yo sé, por vez primera) sus consideraciones éticas y ha terminado de completar el paisaje. Empieza diciendo Han: "La crisis actual de la religión  no puede atribuirse sin más al hecho  de que ciertos contenidos de la fe hayan perdido su validez, de que ya no creamos en Dios o de que la Iglesia haya agotado toda su credibilidad". ¿A qué se debe entonces"? Entre otras cosas considera el autor , al declive de la atención  (pg. 13). Es decir su postura permanece en la antropología  teológica. "Hoy en día", afirma "no podemos rezar porque nos encontramos constantemente expuestos al ruido de la información y la comunicación" (pg. 74). Por otro lado, dada la falta de atención, tampoco hay hoy en día más que un puñado de filósofos y poetas (pg. 30).

"Atención", "Descreación", "Vacío", "Silencio". "Belleza", "Dolor" e "Inactividad" son entradas del glosario elemental de la pensadora francesa  contemporánea, Simone Weil y, al mismo tiempo son los títulos de los capítulos de este ensayo. Han, ducho en elaborar sus textos  en torno a reflexiones de grandes figuras  contemporáneas (Arent, Foucault, Bataille, Agam-hem, Levinas etc.) ha optado por concentrarse ahora  única y exclusivamente en  las páginas de Weil (también comentó en el pasado, monográficamente , las obras de Heidegger y de Hegel) .

La literatura de espiritualidad cristiana  de la pensadora francesa aparece citada en extenso en estas páginas (concretamente, La gravedad y la gracia, A la espera de Dios y los Cuadernos). Realmente, más que un diálogo (con las inevitables disensiones y los matices de este lado y del otro que se le presuponen).

Han procede en Sobre Dios como un expositor sin pegas. Recuerda paisajes y pasajes (bastante impresionantes, por cierto) de Simone Weil y los glosa, adaptándolos a veces a nuestro inhóspito siglo XXI.

En la "Introducción", Han reconoce: "Hace ya algún tiempo que Simone Weil se coló en mi interior. Se instaló en mi alma. Y hoy en vida sigue viviendo y hablando dentro de mí" (pg. 9). En efecto las consideraciones, tan negativas siempre, de nuestra sociedad tecnologizada e hiperconectada a la Red  se articulan bastante bien con textos de Weil. Ella, marxista heterodoxa, hablaba del hombre moderno como esclavo de sus propias creaciones" (pg.105). ¿Noes acaso el tema cardinal de la no breve obra haniana? Han describe al hombre moderno  como un insaciable consumidor de sus propias creaciones. Decir que Weil articula bien las consideraciones de Han viene a significar que la escritora juega un papel  en los juegos de oposiciones.

Como dije antes, todos los temas hanianos son tratados como en rapsodia  (el amor, las ceremonias, los rituales , la belleza) pero no siempre es fácil deslindarlos del pensamiento de Weil. L a idea de la descreación es una de las principales aportaciones. Han la hace suya. Afirma Han: "Si nosotros como criaturas surgidas del amor de Dios, nos descreamos, es decir, renunciamos al yo y nos transformamos en nada, estamos participando de la potencia absoluta de Dios" (pg. 41). En este desapego de la propia identidad hay mucho que ganar, parece ser. La voluntad de poder se acalla. Para empezar aparece el amigo: el prójimo auténticamente entendido (pg. 57). Además uno queda entonces en condiciones  de admirar la belleza del mundo y de las artes. (...)

Posiblemente , Han tiene razón en todo lo que dice. Tiene, como se suele decirse, más razón que un santo. Leerlo es siempre grato, y más en este caso, con citas tan jugosas. Weil ayuda a Han a no ser fatigosamente repetitivo. Por último, este libro me ha parecido, schopenhaueriano aunque no se cite al pensador de Danzig.

Álvaro Cortina. El Cultural, 24-10-2025.

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