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| Retrato de Aline Masson con tocado de gasa de Raimundo Madrazo, 1880. |
Disculpen los lectores este tumulto de nombres, pero era necesario para entender por qué el destino del joven Raimundo parecía estar trazado desde que mostro aptitudes artísticas. Tuvo por maestros a su padre y a su abuelo -y a Carlos de Haes-, que dieron por hecho que se convertiría en otro pintor oficial. Sin embargo, no fue así. Raimundo, como ellos, con apenas 20 años se trasladó a París para completar su formación. En cambio, no llegó a tomar un maestro ni asistió a muchas clases de la prestigiosa École des Beaux-Arts. Copió en el Louvre y viajó a Londres para ver la Exposición Universal de 1862, donde conoció la pintura de Gainsbourg y Reynolds, que influirían en su retratística posterior, así como las telas y las cerámicas japonesas que tantas veces figurarían como attrezo en sus cuadros de género. Pero lo más destacable es que, a pesar de la insistencia de su padre en teledirigir su carrera, el joven Raimundo se plantó y le dijo que, en lugar de concursar en los certámenes oficiales con los consabidos cuadros de historia, su intención era dedicarse a ala pintura de género de temática amable, lo que denominaba tableautins. Asimismo, con más ambición, en los años siguientes realizará también retratos de medio y gran formato, con éxito indiscutible en este y en el otro lado Atlántico. Todo ello, sin embargo, practicando una pintura preciosista y detallista de escenas idealizadas, completamente indiferente al surgimiento del arte moderno. Esto le sitúa, como señala la comisaria de la muestra, entre los pintores del Juste milieu, término acuñado para referirse a quienes no practicaban una pintura académica, pero tampoco de vanguardia.
La exposición, presentada por la Fundación Mapfre, presenta más de cien obras de Raimundo Madrazo, varias de ellas inéditas, procedentes de más de sesenta colecciones. Muchas son norteamericanas, resultado de las estancias en ese país entre 1897 y 910. La exposición sigue un curso cronológico. Después de una cumplida muestra de sus tanteos más o menos obligados con la pintura histórica -destacan unas Hijas del Cid cuya ostentosa desnudez extraña a una mirada actual- nos encontramos con una sucesión de cuadros dedicados a personajes femeninos. Es con ellos con los que en la década de 1870 se ganó al mercado parisino a cuya burguesía le encantaban esas representaciones , ya se trate del tópico de la mujer andaluza o de la pícara francesa vestida anacrónicamente como en el Versalles de Luis XIV, son siempre figuras de belleza ideal y estrepitosamente indolentes. Los cuadro evolucionarán hasta concentrarse en el rostro. Y toda una sección está dedicada precisamente a quien fuera su versátil modelo, Aline Masson. A partir de la década de 1880 Madrazo abandonó la pintura de género para dedicarse de manera casi exclusiva al retrato. Entre su selecta clientela encontramos a la duquesa de Alba, el marqués de Casa Riera o la reina María Cristina (a la que el retrato le gustó tan poco, que mandó devolverlo.
José María Parreño. El Cultural , 26-9-2025.

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