martes, 14 de octubre de 2025

Raimundo de Madrazo, el pintor predilecto de la burguesía

Retrato de Aline Masson con tocado de gasa 
de Raimundo Madrazo, 1880.

Los Genovés y los Canogar en la actualidad. Los Coullaut-Valera en el siglo XX. Los Fortuny y los Madrazo en el cambio del siglo XIX al XX. Son todas ellas familias de artistas, pero la de los Madrazo es indiscutiblemente la más amplia e influyente. En su frondosa genealogía  encontraremos media docena de pintores, un escrito, un arquitecto y un coleccionista. José, Federico y Raimundo destacan entre los primeros. José de Madrazo y Agudo  (1781-1859) fue el fundador de la dinastía. Pintor de cámara de Carlos IV, fue director adjunto  de la Academia de Bellas Artes y director del Museo del Prado. En el París de 1801 fue alumno de Jacques-Louis David y amigo de Ingres. Su pintura es un ejemplo perfecto de envaramiento neoclásico. Su hijo, Federico de Madrazo y Kuntz (1815-1894)), terminó siendo también director  de la Academia y del Prado. También fue pintor de cámara de Isabel II y senador. Pero sobre todo fue el retratista romántico español por excelencia. Quien contemple su efigie  de la condesa de Viches en el Prado , sabrá porque su hija Cecilia se casó con Mariano Fortuny, que llegó a ser uno de los pintores más cotizados de Europa (cuyo hijo , Mariano Fortuny  y Madrazo fue el célebre diseñador y escenógrafo). Otro vástago de Federico fue Raimundo de Madrazo (1841-1920), a quien está dedicada esta exposición.

Disculpen los lectores este tumulto de nombres, pero era necesario para entender por qué el destino del joven Raimundo  parecía estar trazado  desde que mostro aptitudes artísticas. Tuvo por maestros a su padre y a su abuelo -y a Carlos de Haes-, que dieron por hecho que se convertiría  en otro pintor oficial. Sin embargo, no fue así. Raimundo, como ellos, con apenas 20 años se trasladó a París para completar su formación. En cambio, no llegó a tomar  un maestro ni asistió a muchas clases  de la prestigiosa École des Beaux-Arts. Copió en el Louvre y viajó a Londres para ver la Exposición Universal de 1862, donde conoció la pintura de Gainsbourg y Reynolds, que influirían en su retratística posterior, así como las telas y las cerámicas japonesas que tantas veces figurarían como attrezo en sus cuadros de género. Pero lo más destacable es que, a pesar de la insistencia de su padre en teledirigir su carrera, el joven Raimundo se plantó y le dijo que, en lugar de concursar en los certámenes oficiales con los consabidos cuadros de historia, su intención era dedicarse a ala pintura de género de temática amable, lo que denominaba tableautins. Asimismo, con más ambición, en los años siguientes realizará también retratos de medio y gran formato, con éxito indiscutible  en este y en el otro lado Atlántico. Todo ello, sin embargo, practicando una pintura preciosista y detallista de escenas idealizadas, completamente indiferente al surgimiento  del arte moderno. Esto le sitúa, como señala la comisaria de la muestra, entre los pintores del Juste milieu, término acuñado para referirse  a quienes no practicaban  una pintura académica, pero tampoco de vanguardia.

La exposición, presentada por la Fundación Mapfre, presenta más de cien obras de Raimundo Madrazo,  varias de ellas inéditas, procedentes de más de sesenta colecciones. Muchas son norteamericanas, resultado de las estancias en ese país entre 1897 y 910. La exposición sigue un curso cronológico. Después de una cumplida muestra de sus tanteos más o menos obligados con la pintura histórica -destacan unas Hijas del Cid cuya ostentosa desnudez  extraña a una mirada actual- nos encontramos  con una sucesión  de cuadros dedicados  a personajes femeninos. Es con ellos con los que en la década  de 1870  se ganó  al mercado parisino a cuya burguesía le encantaban  esas representaciones , ya se trate del tópico de la mujer andaluza o de la pícara francesa vestida anacrónicamente  como en el Versalles de Luis XIV, son siempre figuras de belleza ideal y estrepitosamente indolentes. Los cuadro evolucionarán  hasta concentrarse  en el rostro. Y toda una sección está dedicada  precisamente  a quien fuera su versátil modelo, Aline Masson. A partir  de la década de 1880 Madrazo abandonó la pintura de género para dedicarse de manera casi exclusiva al retrato. Entre su selecta clientela  encontramos a la duquesa de Alba, el marqués de Casa Riera o la reina María Cristina (a la que el retrato le gustó tan poco, que mandó devolverlo.

José María Parreño. El Cultural , 26-9-2025.

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