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| George de la Tour, Magdalena penitente. (Los Ángeles Countay Museum of Art, LACMA) |
Un olvido absoluto, sus obras fueron atribuidas a otros pintores, los registros sobre su vida se perdieron , su taller y muchos de sus cuadros se quemaron en un incendio, ni siquiera sabemos por qué en un momento dado de su carrera empezó a pintar las escenas "nocturnas" que le valieron la gloria entonces y su descubrimiento a principios del siglo pasado, trescientos años después. Un destino atribulado para un artista que fue uno de los grandes pintores del barroco y al mimo tiempo un hombre tan desagradable y mezquino como su predecesor Caravaggio, a decir de sus contemporáneos.
Parece como si con sus pinturas tenebristas Georges de la Tour quisiera decirnos algo sobre sí mismo, sobre todo aquello que queda en la oscuridad cuando nos apartamos de la llama. Nació en una familia de panaderos en Lorena, por entonces un ducado independiente codiciado por Austria y Francia cuyos ejércitos convirtieron la región en un campo de batalla y llenaron los cuadros de De la Tour de soldados.
Mientras la guerra sucedía a su alrededor, el artista retrataba la miseria en El tañedor de zanfona, o en Riña de músicos, pinturas que cubrían la doble demanda de mostrar la vida de las clases bajas a una clientela adinerada y al mismo tiempo ofrecer lecciones morales. Las admoniciones contra el juego son el motivo de El tahúr del as de diamantes. o Los jugadores de dados, los que unos desalmados se aprovechan de un joven inocente pero también codicioso, víctima asimismo del engaño de unas falsas adivinadoras en La Buenaventura.
Son los años de la Contrarreforma, la vuelta a la devoción y al control férreo de la Iglesia en una región que se había mantenido católica rodeada de territorios protestantes. Georges de la Tour contrajo un matrimonio ventajoso con la hija del tesorero del duque de Lorena y su vela empezó a iluminarse, con numerosos encargos y una fortuna y patrimonio crecientes que no evitaron las quejas y demandas de su servicio doméstico, que lo acusó en varias ocasiones de crueldad, castigos excesivos o impago de salarios, el lado tenebroso de un hombre avaro y severo.
Y de pronto Georges de la Tour inventa un nuevo estilo pictórico, en el que la luz no solo ilumina las escenas, sino que se convierte en el tema por ella misma. A diferencia de Caravaggio y del resto de tenebristas, siempre vemos la fuente de la que proviene la iluminación, generalmente una vela, que consigue unos efectos que nadie más ha logrado, las manos traslúcidas, los dobles reflejos, las llamas titilantes que, según el catálogo de la exposición en París no son simplemente cuestión de observación óptica, sino una sorprendente invención pictórica que transmite un aura poética y mística, una obra que refleja un misticismo tranquilo e introspectivo que resulta sorprendentemente moderno...
Una exposición en París, en el museo Jacquemart-André, permite sumergirse en su universo dual hasta el 25 de enero.
Isabel Gómez Melenchón. La Vanguardia, 6 de octubre de 2025.

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