Es remarcable la secuencia en que se cita con el escritor Émile Zola para pedirle que apoye al "inocente" oficial Alfred Dreyfus, que daría paso a la famosa carta "J'Acusse" de 1898, dirigida al Presidente de la República.También recrea momentos célebres de su carrera, como su interpretación de La dama de las camelias en el Théâtre de la Renaissance, donde ella indagó su faceta de empresaria exitosa. No faltan referencia s a su hijo y al accidentado amor de su vida, donde el guión se reserva un cierre imaginario con ambos en el cementerio parisino del Père Lachaise.
Lo primero que destaca en La divina Sarah Bernhardt es el cuidado del diseño de producción que logra transmitir en la pantalla el lujo que la rodeaba. También el trabajo de Sandrine Kiberlain, que se mete en su piel aunque no buscara un parecido físico más allá de su pelo, sino un despliegue variado de matices con los que la actriz veterana dota al personaje. El recurso puntual de imágenes de archivo en los créditos iniciales y finales redondea el tono historicista e, incluso , didáctico de una película que devuelve un mito a la realidad.
Miguel Anxo Fernández. La Voz de Galicia, domingo 5 de octubre de 2025.

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