La ruta se tuerce cuando el mayor, que no se siente atraído por los estudios como su hermano, evoluciona desde el deporte a frecuentar amistades de ideología en las antípodas de la del cabeza de familia, preocupado por lo que está ocurriendo. Intenta aproximarse sin resultado. Lo que vendrá a continuación (casi) era lo previsible, pero evitemos espóiler y vayamos al trabajo de las autoras, que, a sabiendas de que su película no es la primera en torno al eterno problema entre padres e hijos, eligen envolver la trama en una propuesta formal que contribuye a sensibilizar al espectador y a atraparlo en la butaca. La luz opta por tonos fríos e intensidad baja, y además, arranca con planos amplios para irse cerrando a medida que el drama empapa a los personajes. Anotado que Lindon lo borda con sus registros, no se queda atrás la joven Muriel Coulin, pese a tenerlo más fácil. La moraleja final pretende ser un toque de atención hacia una sociedad, que, por momentos, semeja adormilada. Lo que le ocurre a este señor puede estarle sucediendo a miles, y el precio a pagar acabará resultando insoportable.
Miguel Anxo Fernández. La Voz de Galicia, sábado 11 de octubre de 2025.

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