Olivier Assayas (París, 64 años) habla con algunos de sus personajes: a chorro, sin casi respirar, amontonando las palabras -al menos en inglés- una detrás de otra. Su cerebro debe de ir más rápido que su lengua, y salta de una explicación a otra con cierto tartamudeo en una espiral verborreica digna de ser escuchada.
Crítico de cine devenido en director -siguiendo una larga tradición francesa-, Assayas ha hecho de todo: como realizador ha saltado por diversos géneros -el mejor ejemplo sus últimos cuatro filmes: Después de mayo, Viaje a Sils María, Personal Shopper y Dobles vidas, como guionista ha trabajado para otros grandes como André Téchiné o Roman Polanski. Y su trabajo para el franco polaco -Basada en hechos reales- parece la otra cara de Dobles vidas: realidad y ficción en el mundo de la literatura y de las personalidades virtuales. Assayas ha preferido lanzarse a un tono más cercano al de Woody Allen para reflexionar sobre el mundo moderno en una película que se desarrolla entre escritores y editores franceses: libros, comidas con vino tinto e infidelidades. "Me gustaba la idea de hablar del cambio en un mundo que en realidad nunca cambia", asegura entre risas. "Para mí, el misterio está en cómo hice esta película, porque no tenía ni estructura ni sabía a dónde llegaría. Me inventé Dobles vidas escribiendo secuencia tras secuencia. Solo seguí dos reglas : divertirme y alargar las secuencias hasta el límite; yo, el eterno defensor de las transiciones bruscas"...
Gregorio Belinchón. Madrid. El País, viernes 12 de abril de 2019
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