Agnès Varda |
madrugada de ayer en su casa de París... Pese a su edad avanzada, Varda ha exhibido hasta el último día una energía desbordante. En febrero, la directora visitó el Festival de Berlín, donde recibió un premio honorífico y presentó el que será su testamento cinematográfico, Varda par Agnès, un documental en forma de masterclass humilde -la directora prefería llamarlas causeries (charlas informales)- en el que pasaba revista a sus películas y resolvía los equívocos sobre su obra. Varda sentaba cátedra sin levantar la voz, demostrando otras maneras de ser un autor o incluso un genio. En los últimos años ya había recibido otros homenajes como la Palma de Honor del Festival de Cannes (2015), el Donostia de San Sebastián (2017) o el Oscar a su trayectoria (2017), una señal de que el tiempo se le acababa.
La directora nació en 1928 en Ixelles, en las afueras de Bruselas, de padre griego y madre francesa. Durante la II Guerra Mundial, la familia se refugió en Sète, en el sur de Francia, donde la joven Varda ya demostró interés por el arte, la fotografía y la literatura. Gracias a su amistad con Jean Vilar, oriundo de esa ciudad pesquera y gran renovador del teatro francés, la contrataron como fotógrafa oficial del Festival de Avignon y del Teatro Nacional Popular, que aspiraban a acercar el arte a la clase trabajadora con obras donde la calidad y la accesibilidad no estuvieran reñidas. Varda solía decir que esa experiencia resultó fundamental para definir su registro como cineasta.
Su primera película fue La pointe courte (1954), rodada en escenarios naturales de Sète, de forma artesana y con un presupuesto ínfimo. Esa cinta modesta prefiguró la nouvelle vague, al ser filmada cinco años antes que Los cuatrocientos golpes o Al final de la escapada, mientras Truffaut y Godard todavía se dedicaban a la crítica de cine. Con esa película "libre y pura"como la definió André Bazin, la joven directora aspiraba a adaptar al cine "las revoluciones literarias" de Brecht o de Faulkner, fracturando el relato clásico y persiguiendo un tono "objetivo y subjetivo"que dejaba al espectador "la libertad de juzgar y participar. Su película más exitosa y conocida, Cleo de 5 a 7 (1962), fue un paso más allá. Narraba en un tiempo real la tensa espera de una cantante del resultado de una prueba médica que le comunicará si tiene cáncer, un perturbador presagio de la enfermedad que ha acabado con su vida.
La lucha feminista y el interés por los asuntos sociales constituyeron otra línea directriz de su filmografía...Su penúltimo proyecto fue Caras y lugares (2017), radiografía de la Francia profunda, lo codirigió con el fotógrafo JR, uno de esos jóvenes que solían rodear a esta mujer eternamente moderna...Varda fue una personalidad solar, pero también tuvo eclipses. En 2005, en su instalación Las viudas de Noirmoutier, mujeres de marineros hablan de la soledad y del luto...Al final del metraje, Varda se sentaba frente a la cámara y lloraba desconsolada, destapando sin pudor lo que escondía tras un disfraz que se hizo a medida. Una imagen terrible e imborrable, que ni siquiera su muerte conseguirá llevarse.
Álex Vicente. París. El País, sábado 30 de marzo de 2019
No hay comentarios:
Publicar un comentario