Y un avemaría cantado por jóvenes, rodilla en tierra... |
Una autoridad dice en la televisión que es imposible reconstruirla. Una de las joyas de la arquitectura gótica religiosa europea acaba de arder. Un monumento que atrae millones de turistas, símbolo de París, escenario de hechos históricos, protagonista de obras literarias como El jorobado de Notre Dame de Victor Hugo es pasto de las llamas. Pero todas estas consideraciones son humo. Las expresiones de pesar, llegadas de todo el mundo, parecen redundantes. Las discusiones sobre el estado de los monumentos superficiales. Los detalles, salvo la ausencia de víctimas, carecen de importancia. Las inquietudes políticas han quedado en segundo plano. La alocución del presidente de la República, Emmanuel Macron, prevista para las ocho de la tarde, una hora después de que comenzara el incendio, aplazada hasta nueva orden. París llora. Unos, la inmensa mayoría, en silencio... El silencio, en las calle, en los muelles del Sena...
Poco después, el sol se ha puesto. Tiñendo de rosa y amarillos el cielo de París. Desde donde yo estaba, el astro palidecía ante los rojos en que se consumía el techo de Notre Dame. La columna era vertical y casi tímida . Como si no quisiera empañar la belleza en la que se consumía Notre Dame.
Pero lo que nunca olvidaré es el Ave María que cantaban dos decenas de creyentes, los más jóvenes, de rodillas. Con sentimiento. Estaban en un lateral del jardincillo que hay junto a otra iglesia católica, San Julián el Pobre. Al lado de la mítica librería Shakespeare & Company. No sé si alguna vez se reconstruirá toda la belleza de Notre-Dame de París. Seguramente, es imposible. Pero esa fe dará fruto. Ave María.
Iñaki Gil. París. El Mundo, martes 16 de abril de 2019
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