P.- Sobre Nexus, el expolítico canadiense Michel Ignatieff dijo: "Este es el único encuentro en el que en la misma plataforma puedes encontrar a un almirante y a un cantante de ópera" ¿Por qué es importante escuchar a personas tan distintas?
R.- Empecé con Nexus cuando era estudiante. Me sentía horrorizado por las limitaciones intelectuales del mundo académico. Hace tiempo que perdieron la relación con la idea y el significado original de la universitas, el tipo de conocimiento que se supone debían de ofrecer a los estudiantes. Otra cosa con la que tengo verdaderos problemas es con las ideologías, porque impiden cualquier forma de pensamiento independiente y de espíritu crítico. El tercer argumento es que creo firmemente que existe la verdad, la verdad metafísica, pero nadie puede pretender ser el poseedor de la verdad. En el momento en que haces esa afirmación eres un fundamentalista.
P.- Y es lo que critica.
R.- Lo que critico es que (las universidades) ignoran su propósito original, que es la educación que proporcionaba Sócartes, es decir, la formación espiritual de los jóvenes, el conocimiento indispensable que necesitan para convertirse en un ser humano. Cicerón lo dice muy bien en sus Disputas tusculanas: "Cultura animi, philosophia est". El cultivo del alma humana es la búsqueda de la sabiduría. Todo el libro se basa en la idea de que tenemos que reencontrar el significado de las palabras. Es lo que dice Thomas Mann, es lo que dice Robert Musil. Hemos olvidado qué es la democracia, qué es la libertad, qué es la verdad.
P.- ¿En qué sentido?
R.- En general hemos reemplazado nuestra búsqueda de la sabiduría y la calidad por una obsesión por la cantidad, los número, lo útil. Hoy los influencers son los que tienen más numeros pero no tienen nada que ofrecer. Me siento feliz de formar parte de una generación cuyos influencers eran los escritores que admirábamos Thomas Mann, Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Albert Camus.
P.- ¿Cree que a las generaciones actuales les falta leer o conocer mejor el pasado?
R.- Empieza con una falta de confianza en uno mismo. Cuando creces en esta sociedad occidental y te machacan constantemente el cerebro con tu éxito, con la persona que deberías ser y que todo se basa en lo que tienes y no en lo que eres, acabas con un enorme vacío interior. El propósito del libro es empoderar a todos aquellos que quieren reencontrar las virtudes y los valores que se necesitan para hacer realidad la democracia y derrotar la mentalidad totalitaria que crece en casi todas partes...
P.- ¿No pasaba lo mismo con las generaciones anteriores?
R.- En un esquema general, antes estaba el fenómeno de la religión. La gente crecía en una sociedad basada en la religión. Lo segundo es que el gran cisma en la historia occidental fue la Primera Guerra Mundial. Porque hizo saltar por los aires todo aquello en lo que creían. Existía esa fe en el progreso, en la ciencia, en la educación moral. Había fe en Europa y en la cultura europea. Pero cuando la guerra terminó, vieron un continente en ruinas. Todo había desaparecido. La esencia de la identidad europea es el cuidado del alma y se basa en la capacidad individual. Y aquí está mi crítica a la cultura woke y a todas esas obsesiones con las cuestiones de la identidad.
P.- ¿Por qué cree que está tan presente ? ¿No demuestra que algo no funcionaba?
R.- El credo del humanismo europeo es que la verdadera identidad de cualquier ser humano, sea cual sea su género, su origen social o su creencia, se basa en lo que tenemos en común. Todos los seres humanos podemos vivir en la verdad, crear belleza, hacer justicia y tener compasión. Y esta es nuestra vedadera identidad...
Sara González. Ideas. El País, domingo 3 de septiembre de 2023.
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