Maman de L. Bourgeois en el Guggenheim de Bilbao y la autora dentro de la Guarida articulada de la colección del MoMA de Nueva York |
Nacida en París en la Navidad de 1911, con 26 años se casó con el afamado crítico de arte Robert Godwater y se mudaron a Nueva York, donde comenzó a pintar y a expresar a través del arte sus ansiedades para exorcizarlas. "Pese a su proximidad con los surrealistas en los años treinta en París y con los expresionistas abstractos en los años cuarenta en Nueva York, su obra permaneció predominantemente figurativa y poco convencional", dice la comisaria Sabine Fellner. Entonces dejo de pintar.
Nadie la conoció mejor que Jerry Gorovoy, su confidente y asistente personal durante tres décadas, que lidió con los proverbiales ataques de ira de la pequeña artista francocanadiense ("mis emociones son inadecuadas para mi tamaño", gritaba Bourgeois). Durante la presentación caminaba discreto por las salas barrocas del Belvedere. Preside la Easton Foundation en Nueva York que gestiona el legado de la creadora. ¿Por qué dejó la pintura Bourgeois? "Abandonó el óleo sobre lienzo pero nunca dejo de dibujar y hacer grabados, no renunció a las dos dimensiones. Escogió la escultura porque era un trabajo más físico.
"Y para dominar el espacio", añade Fellner junto a Cell (The last Cimb), de 2008, una instalación del tamaño de una habitación que en el Belvedere se presenta entre escenas mitológicas y frescos del siglo XVIII en el monumental Salón de Mármol, la única sala del palacio que abarca dos pisos. Las celdas, junto a las arañas (instaladas, en su caso, en los jardines), son los dos grandes emblemas de la obra escultural de Bourgeois, la primera mujer, en 1982, a la que el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA) dedicó una retrospectiva.
Los lienzos de Bourgeois creados entre 1938 y 1949, se exhiben en diálogo con una selección de esculturas, instalaciones, dibujos y grabados de una fecunda carrera artística que abraza el siglo XX. Si las celdas pueden leerse como un autorretrato, el motivo de la araña (que representó por primera vez en un pequeño dibujo en 1947) es una oda a su madre y un guiño a su propio proceso creativo. Esos insectos construyen su mundo, a partir de su propio cuerpo, así crean sus telas. Bourgeois asumía que su arte era una respuesta física de sus emociones y ansiedades.
La mayoría de las pinturas apenas se han mostrado en público. Algunas son clásicas, como The Runaway Girl o la serie Femme Maison, que se convertiría en un icono para la segunda ola del movimiento feminista. La exposición se encara con las eternas ambigüedades de Bourgeois. La más ruidosa, su rechazo frontal al sintagma nominal de "artista feminista", que consideraba una etiqueta castrante. En una de las paredes del Belvedere, junto al cuadro de Roof Song (1947), se lee casi como un bramido una de sus citas: "No existe una estética feminista. ¡Absolutamente no!. Hay un contenido psicológico. Pero no por ser mujer trabajo como lo hago. Es por las experiencias por las que he pasado". (...)
Bourgeois afirmaba que el dolor era su negocio. "Dar significado y forma a la frustración y el sufrimiento", subrayaba. La opción de catalogar a Bourgeois como paradigma de artista atormentada que exprime sus traumas y conflictos interiores en la creación de sus obras, puede resultar un cliché. Preguntado por ello, Gorovoy responde con otro: "Bourgeois decía que la gente feliz no tiene historias". El principal descodificador del simbolismo de la artista añade: "Hacía arte de sus problemas. Si hubiera sido feliz, creo que no habría sido artista". Vivió 98 años.
Antagonismo persistente se expone en el museo Belvedere de Viena hasta el 28 de enero de 2024.
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