lunes, 9 de octubre de 2023

Golpe de suerte

El señor que acaba de parir Golpe de suerte cumplirá en noviembre 88 años, edad con la que mayoritariamente acostumbra ensañarse la decrepitud física y mental. Se precisa ayuda, la memoria va desvaneciéndose, lo más probable es que todo sea invernal en la imaginación y en el cerebro. Y cuentan los que se dedican a ello que rodar películas, independientemente de como salga el producto final exige notable esfuerzo a todos los niveles. Woody Allen, ese hombre al que los espectadores le debemos tantas cosas gratas, incluida la impagable sensación de hacernos sonreír  y reír, se niega a ser carne de residencia de ancianos, a vegetar esperando el final, a recordar su arte y su vida, a recibir homenajes y distinciones. Está empeñado en seguir haciendo cine. Tal vez sea su forma de protegerse del ocaso y del aburrimiento, de rehuir la muerte, de sentirse no ya un superviviente, sino vivo. 

Los jueces lo declararon dos veces inocente de la villanía de la que fue acusado hace unos años pero los grandes poderes que marcan el signo de los últimos tiempos lo declararon culpable, rompieron los contratos que habían firmado con él, intentaron convertirlo en un apestado. Pero él, a lo suyo. Rodó en España la desafortunada Rifkin's Festival. Y ahora, en la que se supone la número 50 de su filmografía, se desplaza a París para rodar en francés, un idioma que no es el suyo, con intérpretes y técnicos franceses, en territorios y ambientes con los que no está familiarizado. Y nada en ella huele a vejez, a esclerosis, a complacencia, a fórmula. Posee frescura, ironía, situaciones complejas, una narrativa que respeta la inteligencia del espectador, ausencia de moralismo, un desenlace tan inesperado y jocoso que solo puede ocurrírsele a él. Y salgo contento de la sala, con la sensación de haber pasado un buen rato.

Su temática está centrada en el adulterio. También en el azar y en los caprichos de este, en la aparición de lo incontrolable cuando parece reinar el orden. Del adulterio ha hablado Allen en bastantes películas. De forma divertida o con macabras y trágicas consecuencias, incluido el asesinato para tratar de salvar lo que se posee. O sea, un lugar privilegiado en el mundo, un trabajado y brillante estatus social y económico, una situación familiar conveniente y adecuada, un futuro sin nubarrones. Y luego están el deseo y sus riesgos. Allen trató esto de forma prodigiosa  en las extraordinarias  y más que turbias  Delitos y faltas y Match Point.

Aquí el desarrollo de esa infidelidad no tiene los intensos matices de las anteriores. Y los protagonistas no te apasionan, pero la historia está muy bien contada (...) Ojalá este anciano y su admirable cabeza sigan odiando la idea de quedarse en casa. Ojalá que siga escribiendo guiones y rodando películas. Para regocijo nuestro, de los espectadores, a los que nos ha hecho felices desde el arranque de una carrera tan longeva como memorable.

C. B. El País, viernes 29 de septiembre de 2023.

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