La novela -que amplía y profundiza en lo que recogía aquel tratadillo -fue adaptada para el cine en 1991 por el propio Quignard y Alain Corneau, que se encargó de dirigir un filme cuya música preparó (sobre obras de Marais, Saite-Colombe, Couperin y Lully) el vielogambista Jordi Savall, con el que por entonces colaboraba Quignard en el seno de la orquesta Le Concert des Nations.
Quignard pone en esta obra Todas las mañanas del mundo, todo su arte literario, pesando cada frase, como buen poeta, pero también sobrevuela el texto, su ritmo, todo aquello que domina como musicólogo, como sabio teatral y buen conocedor de la danza. La bellísima novelita puede ser leída en voz alta y uno se imagina al ermitaño escritor golpeando el bastón sobre la tarima de madera de la escena marcando perfectamente los tiempos del relato sobre el río de las aguas tranquilas que es esa narrativa pegada a la oralidad que borda el autor de Las escaleras de Chambord. Como cómodo se siente explorando figuras históricas al dejarlas que crezcan, que revivan en el magma poético de sus ficciones.
H. J. P. La Voz de Galicia, domingo 1 de octubre de 2023.
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