La elección de Maalouf pone como fin a lo que Le Monde ha llamado un "duelo fratricida", y otros han comparado con Juego de tronos en el Quai Conti, sede de la Academia. Es algo exagerado pero refleja las luchas de poder tan habituales en la trastienda -y algunas, a plena luz- de las instituciones culturales francesas.
No era fácil encontrar a un sustito de la mujer -la primera en el cargo- que durante 23 aós gobernó con mano de hierro la institución. Detractora del lenguaje inclusivo, se hacía llamar "secretario perpetuo". Su personalidad infundía respeto y a la vez temor. La llamaban "la madre superiora" o "la zarina" por sus orígenes rusos. Su padre era georgiano y su madre rusa y fue esta la lengua que habló hasta los ocho años, del mismo modo que Maalouf se educó en árabe e inglés.
Maalouf se impuso como el sucesor de consenso. Su afabilidad y talento hacían de él el favorito. Pero una elección sin rival podía quedar algo deslucida. Un nombre alternativo empezó a sonar: el de Rufin. Enseguida se formó un frente para torpedear esta candidatura. Según Le Monde que lleva semanas informando del culebrón, lideraba este frente el académico Marc Lambron que en 2001 había perdido ante Rufin el premio Goncourt, el más prestigioso de las letras francesas, que Maalouf había recibido en 1993 por La roca de Tanios. Lambron lanzó una campaña "ante todo París" para recordar los vínculos de su viejo rival con la petrolera Total Énergies y con la farmaceutica Sanofi. Harto del hostigamiento del que se sentía víctima, Rufin envió un mensaje por teléfono a Lambron: "Viendo el interés que sientes por mi vida y mi carrera, te preciso que no soy candidato".
Esto ocurría hace unas semanas, pero en todo buen culebrón hay giros en el guion. Este lunes, cuando faltaban unas horas para cerrarse el plazo para presentar candidaturas, Rufin saltó de nuevo a la palaestra. El mismo día, Rufin había invitado a Maalouf a cenar en su casa , explica Le Monde. Cuando Maalouf supo que Rufin también era candidato, anuló su presencia. Así es como dos viejos amigos -Rufin había pronunciado el discurso de recepción de Maalouf cuando este se convirtió en inmortal al ocupar el sillón de Claude Lévi-Straus- acabaron frente a frente. Estaba en juego el trono en una de las instituciones más monárquicas de Francia. El secretario perpetuo, como un ministro, tiene a su disposición un apartamento señorial en el complejo que aloja al Instituto de Francia. Es alguien que puede llegar a ejercer influencia en el mundo político-literario parisino, una figura de prestigio y de poder. E imprimir un sello personal, como hizo Carrère d'Encausse.
"Por gratitud tanto hacia Francia como hacia Líbano", dijo Maalouf en su discurso de ingreso en 2012, "aportaré todo lo que mis dos patrias me han dado: mis orígenes, mis lenguas, mi acento, mi convicción, mis dudas y más que todo, quizás mis sueños de armonía y coexistencia". Ahí está, posiblemente, la clave de su mandato.
Marc Bassets. París. El País, viernes 29 de septiembre de 2023.
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