Siguiendo el civismo preocupado de Los peores (Lise Akoka, 2022), El Hourch da un paso atrás para contemplar los efectos catastróficos que los pequeños resbalones pueden tener sobre quienes no piden ayuda. La directora, coguionista con Éléonore Gurrey y Sara Wikler, reparte las voces narrativas entre chicas y registros, abriéndose para superar su propia condición de historia contada. El agresor Zak invade la normalidad de Djeneba en clave de neonoir sucio, realismo de calle, alternándose con pasajes poéticos de un onirismo inocentón que solo puede dialogar con la experiencia disociada de Zineb, la chiquilla agredida. Pero la película renuncia a posicionarse. En la práctica, y desde un humanismo también buenista, El Hourch trata de entender a su personaje más cuestionable: Amina. Con ello acaba por devolver la palabra a quien ya la tenía. Lo cual no es solo decepcionante desde lo cultural, también entierra una película valiosa...
Pero existe una película detrás del debut de El Hourch, que apunta ideas buenísimas: la presencia silenciosa de Zineb, introvertida y agotada, nos reta a preguntarnos si el concepto de "batería social" -tan de moda hoy- es aplicable a vidas condenadas al espacio público perpetuo (¿se pueden tener habitaciones propias cuando oímos el televisor de nuestros vecinos?
Incluso descosida, HLM Pussy se negocia como lo hacemos con las amistades de verdad. Paso a paso, porque nos importan.
Mariona Borrull. El Cultural, 12-4-2024.
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