sábado, 18 de mayo de 2024

Los secretos que esconde la Torre Eiffel

Un día como hoy. Hace 135 años que la imponente estructura abría al público por primera vez, coincidiendo con la inauguración de la Exposición  Universal de París de 1889.

París no sería París sin la torre Eiffel, la imponente estructura que Gustave Eiffel construyó en tan solo dos años, dos meses y cinco días para que fuese el símbolo de la Exposición Universal de 1889 y que acabó convirtiéndose en el gran icono de la capital francesa e incluso de todo el país.

Coincidiendo con la inauguración del gran evento, la llamada entonces la Torre de los 300 metros, acogió a los primeros visitantes. Fue el 15 de mayo de 1889. El público, entusiasmado, no lo tuvo fácil. Los ascensores todavía no funcionaban y tuvieron que subir andando los 1710 peldaños del que era en aquel entonces el edificio más alto del mundo. El éxito fue rotundo. Durante la primera semana ascendieron a la cima unas 30.000 personas.

Figuras de cera de Eiffel con  T. Edison 
en su apartamento de la torre.

135 años dan para muchas historias y unos cuantos secretos. Quizá el más significativo sea el apartamento de unos 100 metros cuadrados que el ingeniero se hizo construir a unos 285 metros del suelo. No le faltaba nada: piano, mesa, sofá, cocina, lavabo y tres despachos. Eso sí, ninguna cama. Y es que el ingeniero lo utilizaba sobre todo para sus experimentos científicos y para recibir visitas como la de Edison  o Buffalo Bill.

Otro de los detalles que Eiffel imprimió en su gran obra es un friso que rodea el primer piso de la torre con el nombre de 72 sabios, escritos en letras mayúsculas doradas de 60 centímetros de alto para que pudieran ser leídas desde el suelo. Durante buena parte del siglo XX, estos nombres se taparon con pintura y no se recuperaron hasta en la década de los 80.

La torre Eiffel, que nació pintada de rojo, tenía los días contados. Al cabo de 20 años debía ser desmontada. Por este motivo, Eiffel se apresuró a darle varias utilidades aprovechando su altura, esos impresionantes 300 metros: desde experimentos científicos o meteorológicos y las primeras pruebas de telegrafía inalámbrica. En 1989 se instaló una primera estación transmisora. La primera de muchas. Y, de hecho, gracias a las antenas, la torre ha ido creciendo hasta alcanzar hoy en día los 330 metros.

Durante las guerras también jugó un papel relevante. En la Gran Guerra, gracias a las emisoras, se descifraron radiotelegramas enemigos que permitieron desenmascarar a espías, entre ellos a Mata Hari.

En la Segunda Guerra Mundial se habilitó un bunker bajo uno de los pilares y se invalidaron los ascensores para evitar que Hitler accediera a lo alto de torre en su visita a la ciudad.

Pero para muchos, su gran secreto es cómo una estructura de hierro con fecha de caducidad siga luciendo tan perfecta. Y la respuesta está en su constante mantenimiento. Cada siete años se raspa la pintura, se limpia la superficie a fondo y se le añade una nueva capa. Esto implica un año y medio de trabajo y 60 toneladas de pintura. Todo por una buena causa: que París siga siendo París con esa Torre Eiffel que reina en su skyline desde hace 135 años.

Silvia Colomé. La Vanguardia, 15-5-2024.

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