domingo, 5 de mayo de 2024

Políticos amargados y júbilo del 68

Mayo del 68 está muerto y si queda algo vivo debería acabarse con ello inmediatamente. La furia que sigue provocando aquel movimiento, al que se acusa ahora de haber contribuido al ultraliberalismo y al individualismo posterior es chocante. Algo importante debió de tener aquella rebelión y algo debe permanecer vigente, además de su impacto en la revolución feminista y en la vida sexual, como para provocar tanta inquina entre los actuales portavoces del conservadurismo. Quizás que Mayo del 68 fue, como ha demostrado Thomas Piketty, "el comienzo de un periodo histórico de reducción considerable de las desigualdades sociales, y si esa tendencia perdió fuerza después, fue por razones muy diferentes". En este mundo en el que la riqueza extrema alcanza niveles inusitados, quizá convenga recordar qué significó aquel estallido (no solo de los estudiantes sino también de jóvenes trabajadores de las grandes fábricas) que puso en solfa todo el sistema social, económico y cultural en que se vivía. 

Mayo del 68 acabó de manera muy característica, con una huelga general que pretendía controlar otros dos movimientos más espontáneos, estudiantil y obrero, a manos de la derecha conservadora (el partido de Pompidou llegó a los 354 escaños, el de François Mitterrand se quedó en 57, y el Partido Comunista Francés, en 34). Pero nada acabó ahí. Las consecuencias fueron múltiples y algunas de ellas se echan de menos en la actualidad, por ejemplo, el júbilo de participar en la vida pública. La filósofa Hannah Arendt describió así, en aquel momento, lo que consideró una de las características muy notables:"Lo primero que me llama la atención es su determinación de actuar, su júbilo en la acción  (...) Resultó que la acción política es divertida". Esa alegría y diversión parece haber desaparecido de la vida política actual, no solo en Francia, sino en todas partes. España incluida, donde es casi imposible introducir algo de humor en el debate político y, desde luego, donde los políticos de cualquier tendencia parecen más amargados que jubilosos.

Volviendo a Piketty y a la influencia que tuvo Mayo del 68 en la lucha contra la desigualdad, sus estudios demuestran que la ruptura con el periodo precedente fue "neta y de largo alcance". "El poder de compra del salario mínimo", escribe. "había progresado apenas el 25% entre 1950 y 1968. Impulsado por el fuerte aumento de los salarios bajos, la masa salarial avanzó durante los años 1968-1983 mucho más rápido que la producción, lo que llevó a una fuerte disminución de la cuota del capital en el ingreso nacional. Es a partir de 1998, y clramente después con la crisis financiera de 2008, cuando la tendencia iniciada en Mayo del 68 se derrumba y la desigualdad se hace galopante, favorecida por una feroz respuesta austericida. 

Con algo de humor, la estupenda periodista mexicana Marcela Turati proponía hace tiempo que los periodistas dejaran de escribir de la vida de los pobres y empezaran a fijarse en los superricos. La pobreza no parece que provoque reacción, decía, pero es posible que la superriqueza provoque furia.. La concentración de la riqueza ha pasado a ser monstruosa: 264 personas poseen hoy en día el equivalente a lo que poseen 3.000 millones de personas en el mundo.. No importa, opinan algunos, siempre que esos 3.000 tengan lo suficiente para vivir. Pero no es cierto  que semejante concentración  de dinero no tenga efectos en la vida de esos 3.000 millones y en la de todos los demás habitantes de la Tierra... Mayo del 68, derrotas pírricas, victorias aplazadas, escribió Carlos Fuentes. 

Soledad Gallego-Díaz. Panorama. Ideas. El País, domingo 14 de abril de 2024.

No hay comentarios:

Publicar un comentario