sábado, 4 de mayo de 2024

La belleza abismal de los pueblos colgantes en Francia

Estos nueve enclaves franceses nacieron como nidos de águila, encaramados a parajes vertiginosos y de enorme simbolismo histórico. Por si su emplazamiento no fuese suficiente, muchos incluyen capillas, abadías y bastiones, que los protegían de otros pueblos que en el pasado querían arrebatarles su poder y su belleza. 

Castelnaud-La-Chapelle corona un enclave privilegiado de la histórica región de Aquitania, justo frente a la confluencia de los ríos Dordoña y Céou. Esta inexpugnable bastide defensiva fue creciendo en terrazas sobre una colina que acabó defendida por dos castillos, uno la desafiante fortaleza medieval del siglo XIII y el otro, el fortín de Milandes, de época posterior y un estilo más palaciego, situado a las afueras del pueblo. Los orígenes del conjunto se hallan en el siglo XII, cuando el poderoso señor de Castelnaud, devoto de la fe cátara, hizo erigir un  bastión fortificado, que acabó incendiado en 1214 durante las cruzadas religiosas de los albigenses de la época. Las continuas guerras y asaltos hicieron que el castillo cambiara hasta siete veces de bando en pocos años, hasta 1442 cuando pasa definitivamente al reino de Francia. De todo ello habla el Museo de la Guerra Medieval que se aloja en el interior de su bastide, donde también se exhiben armas y armaduras medievales y maquinaria de asedio bélico. El pueblo forma parte de Les plus beaux villages de France. 

Rocamadour
Rocamadour.  La "ciudadela santa" de Rocamadour, fue vertiginosamente edificada en una grieta abierta en la gigantesca garganta del río Alzou, en el actual departamento del Lot. Su historia se remonta al siglo XII, vinculada al hallazgo del cuerpo de San Zacarías, rebautizado con el nombre de San Amadour y que fue enterrado en la cripta de una capilla. Precisamente esta leyenda puso los cimientos a la Capilla de Notre-Dame, excavada en la roca y aún hoy lugar de peregrinaciones que llegan para venerar la tumba del santo y la talla medieval de una Virgen negra. El templo se abre a la Explanada del Santuario, a la que se accede por una escalera de 216 peldaños, excavados en la roca, que muchos peregrinos ascienden de rodillas. Precisamente la fe convirtió a Rocamadour en etapa de la Ruta Jacobea que desde Francia se dirige a Compostela.

Beynac-et-Canezac es un hermoso pueblo que trepa por una colina, coronando un roquedo con vistas al valle de la Dordoña. La población se asienta en el corazón de Francia, en una región que preserva la esencia natural e importancia histórica, con llanuras tapizadas de viñedos  y bastiones medievales. Este enclave fortificado esta dominado por un baluarte del siglo XII, que aún conserva varias puertas fortificadas.  Desde la base del río se asciende a este pueblo de varios niveles por un camino empinado y empedrado, que se encaja entre las casas con entramados de madera que a partir de la Edad Media empezaron a construirse adosadas a este acantilado del  Dordoña. Destacó como destino de peregrinos que se dirigían a su iglesia de Saint-Jacques y continuaban  hacia la capital compostelana. Aún conserva la fuente en la que se refrescaban los devotos al llegar a esta etapa europea.

Najac se encarama como una serpiente a un bosque del Aveyron. Sobre un altozano, su fortaleza, bien conservada, preside la localidad. Sobresale por ser un ejemplo de defensa militar medieval, por tener las aspilleras más altas que se conocen y una Torre del Homenaje que, hoy como un mirador a 200 metros de altura, regala una vista amplísima del valle de Aveyron. Entre otros pueblos colgantes de Francia, Najac se distingue porque, en lugar de tener su villa en espiral alrededor de un castillo, lo hizo en horizontal sobre un roquedo, abrazado con fuerza a una cresta rocosa. En este caserío extendido, la vista discurre en horizontal, pasando junto a los diversos monumentos que con el tiempo fueron naciendo uno tras otro: es el caso de las casas más antiguas del pueblo y una fuente monolítica del siglo XIV.

Saint-Cirq Lapopie. El emplazamiento que ocupa estuvo habitado desde la época galo-romana, aunque su expansión e importancia estratégica comenzó en la Edad Media, primero como puerto de la madera que circulaba en gabarras por el río Lot, y luego como etapa en la Ruta Saint-Jacques en Francia. La coqueta localidad domina un roquedo que se levanta desde la orilla del cauce fluvial del Lot, en el departamento del mismo nombre en pleno Parque Natural des Causses de Quercy. Hasta el XX la prosperidad  de la zona se basó en los bosques y viaductos sobre el río, por lo que aún se encuentran muchos talleres que fabrican objetos de madera como barricas para las bodegas locales. Su fotogenia también atrae a muchos pintores, que luego exponen en las galerías de arte surgidas en las últimas décadas. Sus callejones empedrados y con casas medievales adornadas con flores  plasman todo el encanto de Saint-Cirq, pueblo declarado Monumento Histórico y también en la lista de los Pueblos más Bellos de Francia.

El pueblo medieval de Cordes-sur-Ciel, Francia. Anthony Dezenzio/iStockphoto

Cordes-sur-ciel. Dicen que la imagen casi onírica de Cordes-sur-ciel rodeado de nubes al amanecer es el que inspiró su nombre. El pueblo que parece elevarse para tocar el cielo fue una de las primeras bastides colgantes que mandó construir el conde de Toulouse el año 1222. Conserva intactas las murallas medievales con las puertas de la ciudad, y sus callejones adoquinados,  encaramados en una colina, hacen viajar al medievo, aún con algunas casa de líneas góticas y esculturas de dragones y plazoletas porticadas. Su aspecto inexpugnable, fue una provocación para los continuos asedios que sufrió, desde monjes-soldados cátaros a los obispos de Albi. La restauración de 1940 retornó la belleza original de este pueblo de Occitania, cuya visita puede finalizar con un toque dulce visitando el Museo de las Artes del Azúcar y el Chocolate.

Éze. El pueblo de Éze bien podría ser conocido como "la roca" de la Riviera francesa. Coronando a 427 metros un roquedo de la Provenza, muy cerca de Niza, este enclave ejercía de fortificación natural, este bastión se elevaba para proteger una aldea de los ataques por mar y desde el interior. Muchos de los bastiones defensivos creados en Francia en el pasado dominaban los territorios del interior, pero muy pocos se atrevían a afrontar los ataques desde el Mediterráneo. Por eso sobresale, Éze, por estar asomado al mar encaramado a una elevación en primera línea de costa. Su agradable visita, a veces escalonada, regala vistas inolvidables, y propone toparse con bellos rincones de aire provenzal, mientras se lega a la iglesia que corona el pueblo, dominando una explanada que hace de mirador, donde aún quedan restos de su bastide original.

Gordes es un pueblo de raíces. Destaca como enclave colgante con vistas al Luberón, en el departamento de la Vaucluse, pero además la falta de espacio hizo que, se fuera creando una ciudad subterránea, que en origen funcionó como un almacén agrícola; luego también de defensa. Gordes empezó a crecer en época medieval en una fotogénica colina, en lo alto de un precipicio que asimismo protegía a sus moradores, con casas construidas en espiral y callejones, que ascienden por calles empedradas hasta su castillo originario del siglo XI, que en el XVI incorporó la fachada renacentista. La fortaleza comparte espacio con la iglesia de Nuestra Señora de Gordes, románica del siglo XII aunque muy remodelada en el XVII, y el Palacio de Saint-Firmin, donde aún se conservan pasadizos subterráneos donde había bodegas, despensas y molinos de aceite. La localidad se hizo popular a inicios del siglo XX entre artistas, principalmente pintores, que buscaban inspiración en sus calles y la famosa luz de la Provenza, como Marc Chagall quien para sus dibujos en blanco y negro observaba los tonos de las piedras secas de la región. Gordes también forma parte de Los Pueblos más Bellos de Francia.

Asun Luján. Viajes National Geographic, actualizado a 25 de abril de 2024.

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