Mil veces quisieron imitarlo, en Francia y más allá de sus fronteras, pero nadie dio con la fórmula. Un estudio de televisión con público, un grupo de contertulios hablando de libros, peleándose a veces, riendo, bebiendo. Una mesa baja, las cámaras filmando en directo. Lo que los salones literarios eran en el siglo XIX lo fue Apostrophes en el último tercio del XX. En medio de aquel salón, Pivot, ingenioso y socarrón, hábil en el manejo de los egos en el estudio y capaz de mediar entre ellos y el telespectador. Sus programas -Apostrophes (1975-1990) y Bouillon de culture (1991-2001)- eran profundos y entretenidos.
En los ochenta, un tercio de los libros que se vendían en librerías era porque habían hablado de ellos Pivot y su banda. El programa tenía entre 2'5 y 6 millones de espectadores. Alí nacían y morían glorias literarias. La nómina de invitados es un quién es quién de la literatura francesa y occidental. Algunas de las entrevistas de Apostrophes son clásicos del género: Nabokov, Solzhenitsin, Marguerite Yourcenar, Georges Simenon, entre otros. Hay programas memorables, que no dejan de circular por las redes sociales y YouTube. La borrachera en directo de Bukowski. O Serge Gainsbourg increpando al cantautor Guy Béart. También desfilaron políticos, una cita obligada si querían demostrar que eran leídos, desde Mitterrand hasta Felipe González.
"Su éxito se explica porque era el intérprete de la curiosidad pública, pero no lo hacía como intelectual sino como hombre del pueblo", contaba ayer por teléfono el escritor Pierre Assouline, amigo suyo. "Es alguien con quien cualquier francés puede identificarse. Y esta era una singularidad".
El historiador Pierre Nora, en el prólogo de un libro de entrevistas con Pivot , califica de "única" su trayectoria. "Única en la historia de la televisión (...), en el paisaje editorial y literario que él contribuyó a orientar y ordenar (...) única también en la historia literaria y periodística (...) única finalmente por su duración...
Fueron 25 años de televisión literaria, una media de cinco autores semanales, 250 libros al año. El libro con Nora se titula De oficio, lector. Allí revelaba algunas de sus recetas. De entrada, hablar con los autores de una forma "distendida, espontánea y popular". Se impuso normas: "Preguntas cortas": considerar que "cualquier respuesta, incluso decepcionante, es más importante que la pregunta"; "no olvidar que es también el telespectador quien pregunta y es él también quien escucha la respuesta" Y añadía: "En cada programa parto de ese postulado: el público no sabe nada, yo tampoco, y los intelectuales y escritores saben muchas cosas. Habiendo leído sus libros, sé lo suficiente como para ser el mediador". (...)
Nació en una familia de tenderos. Pasó la guerra en la región del Beaujolais. Después de estudiar periodismo en París, en 1958 entró en el suplemento literario de Le Figaro, donde aprendió el oficio de lo que el llamaba "gacetillero" cultural. Jamás se consideró un crítico. Combinar la curiosidad, las lecturas y la divulgación le armaría para crear sus programas. Vivió una segunda vida tras jubilarse de la televisión al frente de la Academia Goncourt, el más prestigioso de los premios franceses. Pivot era puro esprit francés. Francés y cosmopolita. En sus viajes al extranjero le preguntaban:"¿Por qué no tenemos nosotros un programa como Apostrophes?". Respondía: "¡Porque no quieren!".
Marc Bassets. París. El País, martes 7 de mayo de 2024.
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